Los comerciantes de la calle Caputxins, hartos de las obras. | M. À. Cañellas

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Desde mediados de febrero, la calle Caputxins, adyacente a la Plaça d’Espanya, se ha convertido en un caos por el ruido, el polvo y la falta de accesibilidad que generan las obras que se están efectuando, lo que han minado considerablemente las ventas de los comercios de la vía.

Catalina es la dueña de Hétika, una tienda de bisutería, y reconoce que desde que empezaron los trabajos apenas ha tenido clientela: «Me ha afectado muchísimo, durante dos meses las ventas me han bajado un montón. El mes pasado no cubrí ni los gastos. Además vivo mucho del turismo y hay días que no ha entrado nadie».

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Catalina, propietaria de Hétika.

La mayor traba, dice, son las dificultades que han tenido los viandantes para entrar en los comercios. Aunque ahora ya no es así, durante semanas la calzada estaba separada de la acera con dos mayas verdes que tapaban los escaparates. Además, cuando se levantó el suelo de la acera, para hacerla más alta y embaldosar, no se podía entrar en las tiendas: «No había nada puesto, si entrabas en la tienda te hundías en el cemento fresco. Me quejé y pusieron una pasarela, que estuvimos compartiendo todo el día varios comercios», explica Catalina.

Mikel y Sofía trabajan en Global Tattoo Olivar, un local de tatuajes que no tiene puerta: «Un día la máquina de asfalto nos llenó el local de humo con el tubo de escape. Aquí hacemos tatuajes, la higiene es importante», explica Mikel, quien asegura que «los chicos de la obra han intentado ayudar todo lo posible», pero que «ha habido mala organización». «Hubo un problema porque las planchas que nos dieron no eran del tamaño adecuado. Vino el jefe de la obra y nos dijo «da igual» y las pusieron encima, hundiéndose en el cemento», añade. Sofía opina que lo peor ha sido el ruido: «Cuando comenzaron a picar con el martillo pilón no se podía ni hablar con los clientes, me metía en la cabina porque está insonorizada, pero aun así era horrible».

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Sofía y Mikel, tatuadores en Global Tattoo Olivar.

Luis, propietario de la Administración de Lotería nº 13, ha sido uno de los más afectados ya que en su establecimiento entra gente constantemente: «Los clientes se han quejado mucho y las ventas se han visto afectadas, porque no se podía acceder». «A base de insistir tiran algo de agua para no levantar tanto polvo, pero hay días que parece que hay niebla», critica.

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Luis, propietario de la Administración de Loterías nº 13.

Clari, trabaja en Fajas Elci y un día llegó a tener un encontronazo con los obreros: «Me quejé para que quitaran los materiales de obra y me dijeron que los quitara yo». Todos se quejan de lo mismo, echan en falta que el Ajuntament de Palma hubiera avisado de las obras e informado sobre sus plazos y dimensiones.