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La insólita retirada de la vida pública durante cuatro días anunciada por el presidente del Gobierno admite varias interpretaciones. Empezando por la que él mismo describe, en una no menos insólita «carta a la ciudadanía», diciendo que está dolido porque el inicio de diligencias por un juzgado de Madrid basándose en informaciones de prensa que señalan un posible tráfico de influencias que afectaría a Begoña Gómez pone en cuestión la honorabilidad de su esposa. Y eso -dice- no lo puede admitir. Reflexión que le lleva a anunciar que se podría estar planteando dimitir. En esa clave emocional está escrita la carta y en ese mismo registro emocional ha sido recibido el mensaje por la cúpula del PSOE, algunas de cuyas cabezas han salido a la palestra para excitar a la militancia socialista a testimoniar su apoyo a Pedro Sánchez.

A partir de aquí bien podría deducirse que está en marcha una suerte de plebiscito, una maniobra de apoyo al líder en un momento en el que su imagen se ha visto seriamente dañada por el asunto de su esposa y por otros, como el ‘caso Koldo’, un asunto de presunta corrupción que está siendo investigado por la Justicia y en el que aparecen como imputadas determinadas personas relacionadas también con algunas de las empresas a las que Begoña Gómez habría recomendado para acceder a determinados contratos o subvenciones públicas. La tentación plebiscitaria subyace como sospecha de fondo en este asunto que, a la postre, podría desembocar o en una cuestión de confianza o en una teatral reconsideración de la amenaza de dimisión ante la evidencia del afecto y el apoyo que podrían haber manifestado las bases del PSOE y el Comité Federal.

La conclusión es que estamos ante una maniobra política muy arriesgada. Y cuyo alcance en términos de imagen y reputación Sánchez no ha calculado bien porque para contextualizar el anuncio de su posible dimisión las principales cabeceras de la prensa internacional hablan todas de un caso de corrupción que implicaría a la mujer del presidente del Gobierno de España.