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Hace tres años se puso de moda una serie surcoreana titulada El juego del calamar. La trama giraba entorno a 456 asiáticos que competían entre ellos en unos juegos de supervivencia tan infantiles como macabros. Ahora, en 2024, Mallorca está casi lista para rodar su propio juego del calamar, con un guión más local: nosotros, los sufridos indígenas, debemos sobrevivir a las hordas descontroladas de turistas que se extienden por la Isla cual marabunta. Y arrasan con todo. En la serie de moda los jueces eran surcoreanos, pero en la mallorquina el árbitro debería ser un tipo rubio llamado Klaus, alemán por supuesto. Y la primera prueba podría ser de una crueldad extrema: «Gana quien consiga circular por la vía de cintura sin encontrar ningún atasco». Aquí la mitad de los candidatos caería de golpe. La segunda no tendría piedad: «Intente llegar a Sóller en un vehículo de cuatro ruedas sin enloquecer». La sangría de isleños sería tal que, para la tercera prueba, ya quedarían muy pocos voluntarios. «Hágase un selfi en el mirador del Cap Formentor, si es capaz de encontrar un hueco». En esta, posiblemente, los últimos mallorquines en pie saltarían desde aquellos acantilados, para acabar con tanto sufrimiento. Pero no todo pueden ser malas noticias, así que Klaus, el árbitro, acabaría concediendo el anhelado premio al isleño ganador: «Le ha tocado un fin de semana con todos los gastos pagados en el poblado de Son Banya, en la habitación donde durmió ‘La Guapi’». El agraciado seguro que estalla de felicidad: Allí, al menos, no hay turistas. Bueno, de momento, claro.