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Un intento de desconectar de esa pequeña burbuja en la que gran mayoría vivimos, de cumplir un sueño, de saciar sus ganas de recorrer el mundo, de experimentar sensaciones nuevas, de conocer otras culturas y de compartir experiencias con otras personas, que como ellos, han decidido dar la vuelta, arriesgarlo casi todo y tras 365 volver a casa con la mochila cargada de motivaciones. Así es el espirítu inagotable del viajero. Recorrer el mundo, en busca de los lugares que siempre han deseado conocer ha sido durante años el sueño de Mª del Mar Sierra y Juan Pablo Payeras. Dos mallorquines que el 2 de octubre del año pasado iniciaron su vuelta al mundo para regresar el pasado domingo, justo un año después. Lo dejaron todo, incluso el trabajo, cogieron sus ahorros, cargaron las mochilas y salieron dispuestos a beberse el mundo. «Necesitábamos coger oxígeno, nos sacrificamos durante mucho tiempo ahorrando y hemos vivido una de las experiencias más maravillosas de nuestras vidas, hemos abierto nuestras mentes, hemos salido de la Isla y, además, hemos tenido tiempo sufiente para conocernos a nosotros mismos», coincide la pareja.

De NY a Bombai
Un año entero para recorrer casi 20 países. Nueva York, México, Perú, Nueva Zelanda, Tailandia, Vietnam , China o la India. Querían descubrir el mundo con sus propios ojos y se enamoraron de Aukland y el Tíbet. «Son dos lugares maravillosos, mágicos y a los que sin duda volveríamos», nos cuentan. En mayo visitaron Vietnam, la que ha sido la más decepcionante de sus experiencias. «Nos esperábamos otra cosa, porque en Vietnam nos encontramos con gente agresiva, violenta, gente que intenta engañar a los mochileros e incluso te sientes presionado porque te amenazan, por ejemplo, por no alojarte en un su hotel», confiesa Pablo.

La India
Un lugar que invita a la reflexión. Después de diez meses viajando y tras un mes en la India, los viajeros decidieron acabar su azaña en un lugar tranquilo, Palolem. «La India quema mucha energía, tiene una estructura social muy complicada, decidimos parar y dedicarnos un mes a pensar qué íbamos a hacer al volver a Mallorca», nos cuenta Mª del Mar. La vivencia más gratificante de este viaje ha sido el encuentro con Vicente Ferrer. «Ha hecho un buen trabajo y ha supuesto tanto en sus vidas que cuando hablan de él se refieren al Padre Vicente o a su Dios», afirman.

Seguramente pasen años hasta que vuelvan a repetir esta aventura, mientras seguirán soñando con Isla de Pascua, con el cariño de los tibetanos y recordando a los compañeros, hoy amigos, de viaje.