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En Sóller los vecinos están padeciendo, en pleno mes de mayo y desde el final de la Semana Santa, la masificación turística, que se traduce en colas kilométricas en las carreteras y una avalancha de visitantes nunca vista. No es el único municipio donde la llegada masiva de visitantes altera muy seriamente la vida de los residentes. En la vía de cintura o las autopistas de Andratx, Inca y Llucmajor los atascos ya son habituales a estas alturas de la temporada, lo que vaticina unos próximos meses especialmente complicados. De un tiempo a esta parte, los residentes tienen la sensación de que, de una u otra manera, tal oleada de turistas no puede ser absorbida de una forma natural por una Isla cada vez más saturada. Llegados, pues, a este punto, es razonable –incluso exigible– que el Consell de Mallorca se plantee limitar el acceso de vehículos a Mallorca. Una medida similar a la que ya se ha adoptado en Formentera, otra isla completamente desbordada.

El caos de Formentor.

Sóller no es ni mucho menos un caso singular. En Formentor, estos días, la única carretera de acceso, que, por cierto, es peligrosa por sus tramos sinuosos y escarpados, registra tal actividad de coches y autocares que pararse en el mirador es prácticamente una misión imposible. No es normal que desde abril ya se perciba la saturación, que solo irá a más a medida que avance el verano.

Iniciativas valientes.

En cualquier caso, es evidente que Mallorca demanda iniciativas valientes. Cualquier otra cosa es tóxica para los residentes y también nociva para la propia industria turística. Tiene que haber un equilibrio entre la llegada de veraneantes y la vida de los residentes. No se puede escurrir el bulto y hay que adoptar medidas, eso sí, reflexionadas y efectivas.