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Cuando el Gobierno de Zapatero aprobó en 2007 la primera ley de memoria histórica, el actual conseller balear de Empleo, Alejandro Sáenz de San Pedro García, decidió buscar en internet el nombre de su abuelo muerto en la guerra. Lo que encontró cambió completamente el relato familiar: el teniente coronel Sáenz de San Pedro había sido fusilado por Franco y no por los republicanos, como le habían contado hasta ahora. Alejandro cogió un avión a Valencia para consultar sobre el tema a su padre, pero este, ya mayor y con Alzheimer, no pudo ofrecerle nada más que lágrimas. «Sintió emocionalmente el tema», explica el conseller. Había descubierto el secreto familiar con 41 años. A partir de ahí, como si fuera el protagonista de una novela negra, comenzó a indagar y entendió por qué le habían ocultado la verdad.

Alejandro Sáenz de San Pedro Albarellos nació en Burgos y en 1936 era un capitán de Infantería muy condecorado destinado en Valencia. Como la mayoría de los militares masones, se mantuvo fiel a la República y lideró la resistencia de su regimiento contra los golpistas. Durante la guerra se limitó a servir como oficial en Valencia y Extremadura y llegó a teniente coronel con mando en cuerpo de ejército. No se le conocen delitos de sangre. Sin embargo, tras la guerra, fue condenado a muerte y fusilado el 17 de agosto de 1939 en Paterna.

Aquí es cuando nació el secreto. Algunos militares franquistas que mantenían amistad con él desde la academia se apiadaron de la familia y permitieron que los hijos ingresaran en el colegio de huérfanos bajo la condición de que nunca contaran que su padre era republicano. Y vaya si cumplieron. El silencio se mantuvo hasta que llegó la ley de memoria. «Si el Gobierno no hubiera financiado esas webs con biografías, no habría conocido la verdad», reconoce el conseller.

Poco después, tras la solicitud de uno de sus primos, el Gobierno de España entregó a la familia una Declaración de Reparación y Reconocimiento Personal que afirma que su abuelo «padeció persecución y condena por razones política e ideológicas» y que la sentencia fue dictada «sin las debidas garantías» por un «ilegítimo» consejo de guerra. Todo ello gracias a la ley de memoria.

El conseller creció en un cuartel porque su padre había seguido la tradición familiar y servía como coronel en la misma plaza militar. Estuvo incluso en Paterna, donde se cometió el fusilamiento. Cuando llegó el golpe del 23-F, casi se repite la historia. Los tanques salieron a la calle en Valencia, pero su padre adoptó una actitud pasiva.

Alejandro afirma que su mili no duró 18 meses sino 30 años y por eso estuvo a punto de seguir el ejemplo. Sin embargo, al final se decantó por la empresa y durante muchos años ha dirigido la Asociación de Industriales de Mallorca (ASIMA). Hasta que en las pasadas elecciones Prohens confió en él como número dos.

«Todos lucharon por lo que creían mejor para España», explica. «Mi familia es conservadora, pero nunca simpatizó con ningún bando. No creo en el gen político. Nunca he militado en ningún partido ni impongo nada a mis hijos. Me interesa mucho más el futuro que el pasado. Por eso estoy en política».