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Felipe VI ha decidido conceder el rango de «real» a s’Acadèmi de sa Llengo Baléà, cuyos miembros no es que escriban las diferentes variedades de la lengua que se habla en las Islas como les da la gana, sino que lo hacen con desprecio y contraposición a la ciencia que se estudia en las universidades. A tanto no había llegado ni en Pep Gonella cuando agitó el panorama intelectual de la Isla en la década de 1970. Cuanto mayor es la ocurrencia ortográfica que se les pasa por la cabeza a los reales señores de s’Acadèmi, tanto mejor.

Es como si un grupo de amigos y yo creáramos la Asociación de Proyectistas de Aviones, desafiáramos en nuestros planos todas las leyes de la gravedad y de la aerodinámica, y Felipe VI tuviera a bien concedernos el título de «real». Sería un inmenso honor para nosotros ser la Real Asociación, porque en nuestra supina ignorancia aeronáutica nos creeríamos catapultados a la categoría de creíbles, respetables y hasta de científicos.

Aún así, yo nunca me subiría a uno de mis aviones, y supongo que Felipe VI tampoco. O eso es lo que yo le aconsejaría, por muy «real» que fuera mi categoría. Bueno, tal vez estoy equivocado, y la Zarzuela concede títulos «reales» con una gran ligereza. Igual la calle está llena de «reales» y yo no lo sé. Sea como sea, sa meva enhorabona més sincera a nes señors de s’Acadèmi per aqueix títul tan important que lis ha donat es rei d’España. Yo nunca me hubiera imaginado que, además de ser lo que ya representan, estos estudiosos llegarían a ser «reales». Ahora sólo espero que Felipe VI les reciba en Marivent. Será el maravilloso colofón a esta gran noticia.