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Casualidad o no, lo cierto es que el pasado 29 de abril se celebró san Pedro Mártir. También fue la fecha elegida por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para anunciar si merecía la pena seguir en el cargo. Cómo todos saben, la respuesta fue afirmativa. El también líder socialista se presentó cómo un mártir y comunicó que seguía «con más fuerza si cabe» para liderar el proceso de regeneración democrática en España, aunque su mujer y él saben que «esta campaña de difamación no parará». Coincido con el jefe del Ejecutivo en que la crispación de la política española ha alcanzado niveles insostenibles y es necesario parar la maquinaria del fango. Sin embargo, para llegar a esta conclusión no hace falta tener a un país en vilo durante cinco días, basta con predicar con el ejemplo. Es cierto que es vital rebajar los niveles de crispación que vive la política, pero deben hacerlo todos. Acusar al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo de narcotraficante también es enfangar, al igual que decir que su esposa ha recibido dinero público de la Xunta de Galicia cuando él era presidente sin ser cierto. De hecho, el medio de comunicación que lo publicó lo desmintió poco después. Es importante dejar a las familias fuera del debate político, pero a la de todos; también para Isabel Díaz Ayuso. Nos obstante, eso no exime de que la Justicia haga su trabajo, pero también para todos. Entiendo que Sánchez lo ha pasado mal, pero la victimización ha dado lugar a una campaña de buenos y malos, que convierte en malos a todos los que no piensan cómo él y esto es muy peligroso. Desde el respeto, la gestión del presidente debe ser criticada y cuestionada y eso no puede convertir a los que lo hacen en ultraderechistas o miembros de la ‘fachosfera’. Ojalá el punto y aparte que anunció Sánchez dé lugar a la «regeneración pendiente de nuestra democracia» de verdad.