Los médicos del 061 intentaron reanimarla, pero todos los esfuerzos fueron inútiles. | Alejandro Sepúlveda

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El 12 de octubre de 2009, día de la Hispanidad, un vecino búlgaro de Santanyí estranguló a su mujer, de 36 años, delante de sus hijos en la casa donde vivían, en el pueblo. El inmigrante era un jardinero que acababa de quedar en el paro y que, en los últimos tiempos, evidenciaba graves trastornos mentales. Esta es la crónica de un asesinato que conmocionó aquella localidad mallorquina y no llegó a juzgarse porque el único acusado apareció ahorcado en la cárcel.

La familia llevaba tres años viviendo en Santanyí, donde nunca había protagonizado ningún incidente. Snezhana Blagoeva, de 36, y su esposo, Giorgi Borisov Cheshnedzhiev, de 47, residían en una planta baja de la calle Sol con sus dos hijos, de once y dos años. Ella nunca le había denunciado por malos tratos y el último verano que pasaron todos juntos habían estado de vacaciones en Bulgaria, su país.

A la vuelta del verano, sin embargo, todo cambió. Giorgi, que trabajaba para una inmobiliaria como jardinero, estaba cada vez más extraño. Quizás por ese motivo había perdido su trabajo. Estaba en el paro, lo que aumentó su desequilibrio. El 12 de octubre, de madrugada, unos gritos sobresaltaron a los hijos de la pareja. El varón, de gran corpulencia, se abalanzó sobre Snezhana y la estranguló delante de ellos.

El detenido, custodiado por agentes de la Guardia Civil tras confesar el crimen.

La hija mayor salió de casa corriendo y llegó al cuartel de la Guardia Civil, donde contó que su padre estaba golpeando a su madre. Luego se supo que la mujer, temerosa de los arrebatos violentos de su marido, ya le había advertido en una ocasión: «Si tu padre me pega otra vez, avisa a la Guardia Civil». Los agentes acudieron a toda prisa hasta aquella planta baja, y les abrió la puerta el inmigrante, que susurraba frases inconexas y estaba desorientado.

No trató de huir, cuando los guardias entraron. Ella estaba en su cuarto, con la cabeza ensangrentada, el cuerpo con contusiones y señales de haber sido estrangulada. Yacía sobre la cuna de su hijo. Los médicos del 061 intentaron reanimarla, pero todos los esfuerzos fueron inútiles. El servicio de emergencias del 112 envió hasta Santanyí a una psicóloga, que se hizo cargo de los dos menores, mientras el búlgaro era trasladado esposado al cuartel.

Agentes de la Policía Judicial en el escenario del crimen.

En los primeros momentos aludió a que había matado a su mujer porque ella pretendía asesinar a su hijo menor, pero los investigadores creen que deliraba. La jueza de guardia del Juzgado de Instrucción número 3 de Manacor, así como un forense y una comisión judicial, se desplazaron hasta la planta baja escenario del crimen y llevaron a cabo una minuciosa reconstrucción de los hechos, así como un amplio reportaje fotográfico.

Días después, más de 300 personas se congregaron, a las doce del mediodía, en la plaza del Ajuntament de Santanyí, en señal de repulsa por el brutal asesinato de Snezhana Blagoeva. En un emotivo acto organizado por el consistorio municipal, los vecinos del pueblo quisieron solidarizarse con la familia de la víctima. Tras guardar un minuto de silencio, se produjo una enorme ovación acompañada del toque de las campanas.

Manifestación en repulsa del crimen machista de Santanyí.

El día 15 de octubre, el titular del juzgado de Instrucción número 5 de Manacor envió a prisión al búlgaro que estranguló con sus manos a su mujer en Santanyí. Giorgi Borisov confesó que mató a Snezhana Blagoeva porque temía que hiciera daño al hijo pequeño de ambos, que tenía dos años y medio.

El búlgaro se mostró muy tranquilo y fue custodiado fuertemente por un grupo de guardias, que además le esposaron. Era un hombre de cierta altura y de gran corpulencia, y había inquietud por cómo podía reaccionar al encontrarse con los cámaras y periodistas que le esperaban a la puerta de los juzgados.

Giorgi, sin embargo, avanzó tranquilamente hasta el interior de la dependencias y no intentó en ningún momento resistirse. Su declaración ante la autoridad judicial se prolongó por espacio de varias horas y por la tarde el acusado ingresó en la prisión de Palma.

El 20 de abril de 2011, antes de que Giorgi fuera juzgado por el asesinato de su mujer, el jardinero búlgaro se quitó la vida en la cárcel de Palma. Apareció ahorcado en el módulo en el que estaba interno. Llevaba un tiempo tremendamente deprimido y no tenía contacto con nadie. El caso, con su muerte, se archivó. En Santanyí, quince años después, la mayoría de vecinos recuerdan con horror la noche del Día de la Hispanidad en la planta baja de la calle Sol.