La diada ha comenzado en Cort, donde se han dado cita los participantes. | Pere Bota

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Seguramente, muchos palmesanos, a poco que saltaron de la cama, lo primero que hicieron fue mirar hacia el cielo porque como el día fuera como la noche anterior, ¡adiós Diada Ciclista, adiós! Pero no. Apenas había nubes... Claro que anteayer también amaneció soleado y ya vieron luego la que cayó por la tarde y noche... ¿Qué hacemos?, pensaron algunos mirado la bicicleta que tenían a punto en el pasillo, o en la terraza, o en el jardín o en el garaje...

Tal vez algunos se lo pensaron hasta bien entrada la mañana, pues sobre las 11.00 horas, a una hora de dar comienzo, no había las bicicletas que otros años a esas horas en ese mismo lugar. Pero, afortunadamente, la gente que dudaba dejó de dudar, se subió en la bici y ¡a Cort! Y a las 12.00 en Cort no cabía nadie más.
Mucha gente

A las doce menos unos minutos llegó el alcalde Mateu Isern. Venía de misa y vestía casi como en la víspera. Le acompañaban los concejales Rosa Llobera, Jesús Valls, Fernando Gilet, además de Xabier Bonnín, de la Federación Balear de Ciclismo, e Hilari Llabrés, de La Caixa.

Delante de todos los participantes se situaron sobre sus bicis los concejales de la oposición Donaire e Hilla, luciendo camiseta verde de la Plataforma Crida. Detrás, el resto: 11.998 ciclistas, que estuvieron desfilando por donde el alcalde cortó la cinta y dio el bocinazo de saluda durante 36 minutos, 3.000 más que en la edición anterior, en la que participaron 9.000.

Mucha gente hacía fotos a los ciclistas, tanto en la salida como durante el recorrido porque ayer se celebró también el Esportgráfica Ciclista, concurso de fotografía digital consistente en fotografiar a los ciclistas y poder optar a ocho premios, entregando para ello hasta 25 fotos en la tienda de Foto Ruano a lo largo del día de hoy.
Disfrazados

El recorrido de la Diada Ciclista finalizaba en el estadio Son Moix, donde no faltó la música, una exhibición de zumba y atracciones infantiles con los castillos hinchables del IME. Y llegaron, mayores y chicos, algunos en triciclo, otros en el remolque, tirados por su padre. Algunos vestidos como ciclistas, otros mitad de ciclista, mitad de a diario. Y entre ellas, dos bellas señoritas habían cambiado sus atuendos por los tradicionales. «Vamos de mallorquinas antiguas», con naranjas y ramitas de almendros en flor.