El presidente ejecutivo del Valencia, Amadeo Salvo, junto a Lay Hoon, presidenta del consejo de administración y mano derecha de Peter Lim, principal accionista del club, se dirige a la rueda de prensa en la que ha anunciado su dimisión. | MANUEL BRUQUE

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Amadeo Salvo abandona oficialmente el Valencia tras dos años en el club, primero como presidente y posteriormente como presidente ejecutivo, en una etapa histórica en la entidad ya que se llevó a cabo la venta del club al magnate de Singapur, Peter Lim.

Salvo pasará a la historia como el presidente que vendió el Valencia. Para unos será el hombre que evitó el colapso económico del club, mientras que para otros será el que dejó el club en manos de extraños.

Lo cierto es que Salvo se ha erigido en este tiempo en unos de los presidentes más populares gracias a su pulso con Bankia durante el proceso de venta del club o a su inflexible postura a la hora de vender por el precio estipulado en sus cláusulas a jugadores como Roberto Soldado o Jeremy Mathieu o más recientemente a Nicolás Otamendi.

Desde que el 4 junio de 2013 fue elegido oficialmente presidente del club, trató en sus primeros meses de modernizar el club en todas sus áreas y apostar por la cantera con un consejo formado por caras nuevas y profesionales de prestigio en sus respectivas ramas profesionales.

Pero el proyecto de Salvo se topó con los 300 millones de euros que el club y la Fundación debían a Bankia, una confrontación que inicialmente se centró en las negociaciones para renegociar la deuda y que posteriormente subió en intensidad cuando la entidad bancaria anunció, en el mes de diciembre, su intención de vender el club.

Su postura beligerante con Bankia para evitar un proceso de venta unilateral del club, le llevó a presentar públicamente la oferta de Peter Lim para hacerse con el control del club y posteriormente a aliarse con Aurelio Martínez, presidente de la Fundación, para formar un comisión gestora junto a Bankia y la Generalitat para estudiar las diferentes ofertas para comprar el club.

Tras un largo y desgastador proceso, con numerosos puntos de fricción y enfrentamientos entre las partes, en mayo de 2014 la Fundación aceptaba por unanimidad de sus patronos la oferta de Meriton.

Ahí comenzó otra tortuosa travesía con las negociaciones entre Lim y Bankia para pactar la forma de pago de las deudas para poder cerrar definitivamente el proceso de compra venta que se prolongarían durante casi cinco meses, hasta el 24 de octubre, y en las que Salvo tuvo que interceder en varias ocasiones para evitar su ruptura.

Tras el desembarco de Lim en el club, Lay Hoon pasó a ejercer de presidenta del club, aunque Salvo fue nombrado presidente ejecutivo del Valencia, cargo que ha ocupado hasta este jueves.

En el plano deportivo, su primer año al frente del club fue un fracaso tras una apuesta fallida por Miroslav Djukic como entrenador.

El técnico serbio no fue capaz de despertar al gigante dormido y en el mercado invernal se contrató al técnico argentino Juan Antonio Pizzi.

El equipo mejoró y perdió en el último minuto de las semifinales ante el Sevilla la opción de jugar final de la Liga Europa, pero en el torneo doméstico el Valencia se quedó fuera de las competiciones europeas tras una mediocre competición.

Esta última temporada, ya fue condicionada por la llegada de Lim al club, quien impuso en el banquillo al portugués Nuno Espirito Santo a costa de sacrificar a Pizzi.

El empresario y su empresa cedieron al Valencia a jugadores como Rodrigo Moreno, Andre Gomes o Joao Cancelo y el magnate permitió la llegada del fichaje estrella de Álvaro Negredo.

El conjunto valencianista logró en la última jornada garantizar su presencia en la fase previa de la Liga de Campeones tras una buena temporada.

En su rueda de prensa de despedida, Salvo apuntó a la grave enfermedad de su padre y a la necesidad de volver a su empresa como los principales argumentos para abandonar el club, si bien reconoció que han existido diferencias con el entrenador Nuno Espirito Santo y con la gestión del club, aunque matizó que es algo normal y lógico cuando el club tiene un propietario.