Samuel Eto'o trata de incorporarse en un lance del partido disputado anoche en Son Moix. Foto: T.MONSERRAT.

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1 MALLORCA: Leo Franco, Campano, Olaizola, Nadal, Vicente (Díaz, m. 74), Miquel Soler, Paunovic (Novo, m. 64), Francisco Soler, Biagini, Etoo y Luque (Carlos, m. 64).
2 SLOVAN LIBEREC: Kinsky, Johana, Holenak, Lukas, Janu, Capek, Langer, Kolosek, Jun (Neuman, m. 62), Baffour (Moravec, m. 80) y Stajner.
Goles:
0-1, m. 55: Baffour.
0-2, m. 68: Stajner.
1-2. m. 80: Etoo, de penalti.

Xisco Cruz
Europa es historia. No hubo remontada, ni milagro, ni los dos goles más ansiados. Sólo hubo espacio para la decepción, para la irritación. El Slovan, uno de esos equipos vulgares y cuyos argumentos se apoyan simplemente en el músculo y la concentración, volvió a golpear en Palma (5-2 es el cómputo global) y apeó a un Mallorca que nunca ha encontrado su sitio en el balompié del Viejo Continente. Lo perdió en la Liga de Campeones y al primer empujón también ha sido desplazado de la UEFA. Rozó el ridículo en Liberec y el gol de Biagini lo maquillo; ayer volvió a acercarse al esperpento, y ahora ya no hay margen para rectificar (1-2).

Lejos de montar una guardia pretoriana entorno a al portero Kinsky, el Slovan tuvo un inicio galáctico. A poco de que el balón empezara a circular Kolousek (el mejor de los blancos) se encontró con un balón en profundidad, lanzó una carrera tras ganar la espalda a la zaga mallorquinista y sólo el pie de Leo Franco evitó el sonrojo. Corría el primer minuto y el Mallorca ya estaba obligado a retroceder, porque los checos no estaban dispuestos a regalar tres cuartos de campo. Skorpill dispuso dos puntas sobre el tapete de Son Moix y la presión que ejercieron los de Liberec en el círculo central causó una profunda avería en la salida del balón.

El cuero pasaba con excesiva frecuencia por las botas de Olaizola o Nadal, pero nunca encontraba a alguien que alimentara a Biagini, Luque o Eto'o. Cortocircuitado en la zona ancha, sólo la estrategia permitía al equipo de Kresic pisar área; Vicente conectó un cabezazo blando y Kinsky enjuagó el resto de peligro, tan efímero como alarmante. En el primer acto fue el Slovan el único que dio un paso al frente y la segunda arrancada de Kolusek, allá por el minuto 20, abrió más interrogantes. El Mallorca tenía delanteros, pero no ataque. Paco Soler nunca encontraba espacios y la tupida zaga checa apenas dio concesiones. A Skorpill le bastó con amontonar hombres en el centro del campo y moverlos en dirección al balón. Paunovic y Nadal lo intentaron desde muy lejos, pero sus disparos sólo apuntaban algo más de empuje, nunca peligro.

La segunda mitad amaneció con otro aspecto, porque el Mallorca se acercaba más al gol y porque la sensación era distinta. La circulación era más fluida y el ritmo más elevado. Un escorzo de Luque y un par de carreras de Campano le dieron más presencia al conjunto rojillo, pero las acciones nunca llevaban dinamita. El Slovan parecía tocado físicamente, pero encontró oro en la primera ocasión que pisó campo rojillo; Stajner trazó un desmarque, habilitó a Baffour y el delantero africano inclinó la eliminatoria de fuerte disparo (minuto 56). Era una bofetada.

A pesar de recibir un fuerte encontronazo, los insulares reaccionaron con orgullo. Luque dispuso de una buena opción para marcar, pero estrelló su disparo en el lateral de la red. Minutos más tarde, Paunovic marraba tras un servicio desde la derecha y la paciencia de Kresic se agotó. El preparador croata metió en el campo a Carlos y Novo, pero su variante sólo encontró una respuesta contundente del equipo checo; otro balón a la espalda de la defensa rojilla lo aprovechó Stajner para sortear la salidad desesperada de Leo Franco y rascar en la herida (minuto 69).

Por aquel entonces, la clasificación ya era una utopía. Lo único importante era acicalar la imagen y empezar a pensar en las excusas que se servirían poco después de que se finiquitara el choque. Los baleares no encontraban ningún argumento para la mejora y la grada se dividió en dos facciones: los que buscaban un culpable, y los que abandonaban la grada. La animosidad de Carlos Domínguez era lo único positivo que se advertía en un Mallorca herido y la velocidad del delantero sevillano provocó el penalti que le dio a Eto'o la posibilidad de mejorar los números del equipo de Ciutat. Marcó el camerunés y la calculadora se convirtió nuevamente en una herramienta de trabajo (minuto 79). Pero era imposible y así lo entendió la afición, que se marchó desencantada a falta de cinco minutos para cerrar el partido. Europa era historia y el Málaga es el futuro.