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El uno de noviembre de 2000 está marcado en rojo en el calendario del Real Mallorca. Ese día el equipo que entrenaba Luis Aragonés dio una estocada al Madrid en el Santiago Bernabéu. Tras una primera parte en la que Albert Luque perdonó dos claras acciones de gol, en la segunda Ibagaza se erigió el gran protagonista. A los diez minutos de la reanudación, el argentino recogió un medido pase de Vicente Engonga y picando por encima de Casillas rubricó un gol simplemente sensacional. El Madrid quedaba conmocionado y sin poder alguno de reacción. Las urgencias apretaban al grupo de Del Bosque y sus intentos de igualada morían en las inmediaciones del área. Eran simples tentativas. El Mallorca tenía al Madrid atenazado, medio muerto y en busca de un golpe de suerte que devolviera la historia por su curso natural, es decir, por el triunfo del Madrid. Pero la historia quiso aliarse con la justicia y se cambió de bando. El Madrid dejó sus espaldas al descubierto y olvidó que Carlos Domínguez se mueve en esas situaciones como pez en el agua.

El sevillano recogió un medido pase de Stankovic para marcharse por piernas y batir a Casillas en solitario, como tanto le gusta hacer. Fue el colofón a un triunfo épico, una victoria histórica que hasta algún madridista celebró. Los dos goleadores ese día no olvidan lo especial que fue batir a Casillas. «Fue un pase de Engonga -relataba Ibagaza- y me enfrenté en un mano a mano a Casillas, la piqué por encima y salió bien», comentó el media punta. A Carlos también le brillan los ojos cuando recuerda cómo batió al guardameta del Madrid. «Stankovic me lanzó una asistencia muy buena, un pase en profundidad y ante la salida de Casillas se la tiré a un lado y conseguí marcar», recordó Carlos. Ellos dos formaron la conexión letal.