Sete Benavides, flanqueado por Saúl Craviotto y David Cal. Foto: Nacho Casares (COE)

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Feliz por culminar con final feliz un largo camino, aunque con la espina de no haber tenido el momento de gloria en el momento y el lugar adecuados, Sete Benavides celebraba con su gente un día especial. El que le permitió colgarse su primera medalla olímpica, el bronce en C1 200 metros en Londres 2012 -tras la descalificación del lituano Shuklin-, la primera de la historia del piragüismo balear. Un hito que llega diez años después de aquella final en Eton Dorney que pudo cambiar su vida, pero que con esa cuarta plaza -ya tercera- y aquel diploma (que repitió cuatro años después en Río) le catapultó a la primera línea internacional.

«Con 21 años, en Londres, seguro que hubiera sido diferente. Pero aquí, diez años después, lo he recibido con mi familia, amigos, con gente a la que aprecio y que sabe lo que cuesta llegar aquí y estoy feliz por tenerla ya. Por fin la tengo en mis manos después de tanto tiempo, en el que ha estado muy bien cuidada por Ivan (Sthyl, ahora plata) y ahora yo lo haré mejor si cabe», comentaba emocionado Benavides, quien no esconde que, en caso de haberla ganado en aquellos Juegos, «supongo que me habría cambiado la vida, pero me ha tocado vivirla así, ahora me toca disfrutarla y, la verdad, todo lo que he vivido estos años no lo cambio, e incluso volvería a hacerlo. Y ahora más, con esta medalla olímpica que nadie me puede quitar ya», refeŕia orgulloso.

Pero no tiene tiempo el pupilo de Kiko Martín en el Real Club Náutico del Port de Pollença, quien recordaba que «en agosto tenemos el Mundial, en Canadá, durante la primera semana, y quince días después del Europeo. El objetivo es ir a por el oro, en las dos pruebas», no bajando la guardia pese a la emotividad del momento, minutos después de recibir la medalla de bronce de manos del presidente del COE, Alejandro Blanco.

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Tres años después de salir a la luz el positivo de Shuklin (turinabol) que forzó la reasignación del medallero, resta importancia Sete a lo largo del proceso, «que podía haberse hecho más deprisa, pero entre medias hemos vivido una pandemia y muchos problemas. Lo que cuenta es que ya la tenemos aquí y somos felices por ello», afirmaba rotundamente, a la par que dejó patente que «es la primera medalla del piragüismo balear y aquí han venido muchos de los que estuvieron en Londres. Han faltado algunos de mis hermanos, pero lo festejaremos en casa», advertía, ante la fiesta que tiene programado su club, en el Port de Pollença, el próximo sábado.

No baja la guardia el ya a todos los efectos bronce olímpico en Londres 2012, quien mira al futuro y sabe que «queda mucho trabajo por delante», pensando en París 2024. «Hay que clasificarse, pero vamos a luchar por estar allí. Tenemos un gran equipo e intentar llegar a los Juegos bien es un objetivo, más peleando por medallas», refería el palista balear, que añade su nombre al ilustres palmarés de isleños con un metal olímpico en su hoja de servicios. «Balears tiene una lista de grandes deportistas espectacular. Ahora estoy en una nube y me siento encantado de compartir cartel con tantos grandes campeones», admitía Sete.

Un palista que posee un palmarés en canoa sólo superado por el gran David Cal, presente en el COE en la entrega del bronce olímpico a su amigo Sete Benavides «Si esta medalla hubiera llegado al inicio de mi carrera tendría dos o tres medallas internacionales. Ahora tengo veinticinco, pero esta era la que me faltaba. Ya puedo estar tranquilo», concluía el gran protagonista del día en el Auditorio Goyeneche del COE, donde sonó el himno olímpico en honor a Sete Benavides.