El tenista español Rafa Nadal (i) entrena bajo la supervisión de su tío y preparador, Toni Nadal. | Efe

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En el mismo sitio, a la misma hora. En la Philippe Chatrier, a las 15.00 horas, Rafael Nadal y Roger Federer reescriben un duelo con aroma a clásico, otro episodio de la gran rivalidad del planeta tenis en el siglo XXI. La final de Roland Garros sitúa frente a frente al rey de la tierra y al rey de los torneos del Grand Slam en un pulso para la historia. Nadal aspira a su sexta Copa de los Mosqueteros y a retener el número uno de la ATP con su décimo grande, mientras que Federer pretende engordar su leyenda saldando una cuenta pendiente.

Los dos últimos ganadores del Grand Slam francés se citan por cuarta ocasión sobre la arcilla parisina y por 24ª vez en sus carreras (16 triunfos del manacorí). Nadal, que defiende la corona, ha dominado los choques previos en Roland Garros imponiéndose al suizo en una semifinal y tres finales, pero Federer, que ya conquistó la capital gala en 2009, quiere ganarle a Nadal su torneo. El helvético, que vio como el balear le desposeía de su cetro en Wimbledon y Australia, quiere acabar con su verdugo más habitual en el escenario donde más le motiva hacerlo. Además, Federer, quiere aumentar su récord de 16 títulos del Grand Slam tras haber conseguido el Open de Australia 2010 en su última final.

Nadal, con 25 años recién cumplidos, tiene la posibilidad de igualar las seis victorias de Bjorn Borg en el Bosque de Bolonia, prolongar su estancia en la cima del ranking y convertirse en el sexto jugador de la historia con más grandes en sus vitrinas. Casi nada. Es su sexta final en Roland Garros en los últimos siete años, lo que deja al descubierto el dominio que ejerce en París (44 triunfos y una derrota) y sobre la arcilla (226 victorias en 244 partidos).

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El número uno del mundo, que podría perder dicha condición en favor de Djokovic si pierde, ha convertido la Philippe Chatrier en su segunda casa y tanto su derecha como el bote de su bola y sus efectos son las armas que hoy tiene previsto esgrimir ante Federer, cuyo talento volvió a quedar patente al detener el avance imparable de Novak Djokovic en semifinales. Nadal precisa imponer un ritmo lento con peloteos largos, incomodar al suizo obligándole a corregir su posición y mandarle bolas muy altas al revés, mientras que Federer debe apostar por ser agresivo, contar con muchos primeros servicios.

La gestión de la presión en los puntos importantes se encargará de marcar las diferencias, pero varios aspectos también están llamados a ejercer influencia. El público estará a muerte con Federer y las condiciones de humedad que se esperan para la jornada de hoy minimizarán los botes de las pelotas que lanzará Nadal, que ha progresado durante el torneo liberándose de las dudas que le generaron las múltiples derrotas ante Djokovic. El mallorquín, que puede imponer su poderío físico en un duelo a cinco sets, y el suizo, que tiene la confianza por las nubes tras acabar con la racha de imbatibilidad del serbio, podrían encontrarse con una final como la de Wimbledon de 2008 cargado de interrupciones por culpa de la lluvia que amenaza el encuentro.

De nuevo el primer set se intuye crucial. Si Nadal se apunta la primera manga pondría muy cuesta arriba la final al de Basilea, que ha ganado a Nadal en tierra en Hamburgo y Madrid y tiene claro que sus opciones de triunfo pasan en buena medida por ponerse por delante en el marcador.