Imagen de los jugadores del Mallorca conjurándose antes de un partido esta temporada. | M.A. Borrás

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Son Moix acoge este miércoles (19:00 horas)    —la una de la madrugada en los países hermanos de Corea y Japón— un partido grande. El equipo de Luis García se mide esta tarde al Sevilla, el equipo más en forma de Primera y la verdadera alternativa al poder establecido en la máxima categoría. Es todo un desafío para los baleares medirse a un rival gigante y con un buen puñado de virtudes.

Le ha tocado al conjunto bermellón un calendario duro en esta fase de la temporada. Real Sociedad, Valencia y ahora el Sevilla son pruebas de fuego continuas para un recién ascendido y cuyo punto sumado está costando sangre, sudor, lágrimas y un buen puñado de sufrimiento. Al Mallorca sin embargo le van partidos como el de hoy. Es un equipo descarado, que planta cara, que busca al rival y que por momentos genera fútbol, oportunidades y peligro real en el área visitante. Estos últimos encuentros ha faltado matar los encuentros, sostener el marcador, apropiarse del empate en Anoeta y de la victoria en Mestalla. Dos tropiezos, dos avisos serios de que esto no dura una parte, ni dos. Dura tres y es en la tercera, justo más allá del minuto noventa, en ese descuento siempre infinito, cuando muchos partidos se deciden. Ahí, donde los encuentros enloquecen y los árbitros tiran por la calle de en medio. Ahí es donde el Mallorca debe madurar, saber tirar más de oficio, pasar a controlar y no perder la concentración.

Le pasa esto al equipo rojillo por culpa de la falta de experiencia y por la inmadurez de muchos futbolistas. Sucede por esto y por la calidad y talento de los rivales porque en ocasiones se suele olvidar con excesiva frecuencia que a esto juegan dos equipos y el que mejor entiende el final, el que mejor se adentra en las tinieblas de los minutos de descuento, suele sacar los partidos adelante.

Este miércoles en Son Moix juega un rival sobrado de fútbol, de carácter y veteranía y hay que estar a la altura de las circunstancias.

No hay partido sin bajas. Este miércoles no estarán Kubo y Raíllo, ambos lesionados, tampoco Battaglia, sancionado y Kang-In Lee tras no prosperar las alegaciones presentadas por la entidad. En cualquier caso el partido requiere de que los que salgan, sean quienes sean, den su mejor versión desde el minuto uno.

Luis García esbozó un perfil perfecto de este Sevilla, que entremezcla calidad a raudales y una fortaleza física envidiable. Si hablamos de un equipo casi perfecto este sería el conjunto que dirige Julen Lopetegui. Cuando el rival tiene esa capacidad de gestión de los partidos te obliba a llevar a cabo un trabajo de concentración brutal. El Mallorca, pese a los vacíos al final del encuentro, hace muchas cosas bien sobre el campo y lo mejor de todo es que de cada partido prolonga durante más minutos esa capacidad de generar, de crear, de contener.

Apoyados por un Baba superlativo, el equipo bermellón se identifica a partir de la capacidad del ghanés de esperar y tocar, de acelerar y robar y a partir de ahí el grupo se organiza. Sin Kang in ni Take Kubo, las opciones de Amath Ndiaye y Jordi Mboula cobran relevancia.

La aportación siempre imprescindible de Dani en la zona intermedia acompañando al punta, previsiblemente Ángel, pueden conformar la zona más ofensiva.

Frente a los rojillos estará un Sevilla con hambre, con opciones de ser líder y eso siempre pesa mucho. Para este partido es baja segura el defensa neerlandés Karim Rekik, que se lesionó la pasada semana el encuentro disputado en Francia. El técnico incluye a Iván Romero en lugar de En-Nesyri, mientras que tampoco se desplazó ayer con la expedición el Papu Gómezi. Rafa Mir será uno de los focos de atención del encuentro. Sus padres y su hermano —que juega en el alevín del Mallorca— presenciarán el encuentro desde un palco privado de Son Moix. Tendrán el corazón dividido por un futbolista que pudo ser bermellón y que hoy llega como la principal amenaza.