Una mujer en el gimnasio de la cárcel de mujeres de Barcelona Wad-Ras. | DAVID ZORRAKINO - EUROPA PRESS

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La prisión de mujeres de Barcelona Wad-Ras tiene capacidad para más de 160 mujeres en régimen cerrado, entre las que conviven mayoritariamente presas preventivas que esperan juicio con otras ya condenadas, algunas madres y sus hijos de hasta tres años: «Cuando llegué estaba temblando, pero no es como en las películas, no hay tantas peleas», cuenta Andrea, de 21 años, que entró a prisión hace cinco meses, en declaraciones a Europa Press.

Recuerda que cuando ingresó, en julio, se pasó tres días seguidos llorando porque pensaba que en prisión le esperaba «un horror» aunque ahora considera que también hay épocas muy tranquilas y muy participativas.

Sin embargo, también señala que algunos días no son tan buenos: «La presión de las que salen, de las que no salen. Te crea complejo», expresa al recordar cómo ha visto a compañeras salir de la cárcel mientras ella permanece a la espera de juicio.

Tres presas entrevistadas por Europa Press a la salida de su clase de gimnasia explican que se sienten tranquilas en el centro penitenciario, que han encontrado el «apoyo» entre ellas y valoran que, en días señalados, en el patio de la prisión se celebran algunas festividades como Carnaval, Halloween, Sant Joan y Sant Jordi.

Su entrenadora cuenta que en un centro de preventivas la planificación es muy difícil, porque la mayoría de presas en Wad-Ras no cumplen una condena concreta, sino que esperan juicio y su tiempo allí dentro es indeterminado.

Por su parte, la profesora de peluquería, Marina, valora: «Con toda la carga de que estás aquí dentro, cuando viene una chica de fuera, si encima tiene dos dedos de raíz, se ve como desaliñada. Venir aquí a la peluquería les sube la autoestima».

También son presas las que se encargan de la cocina y del servicio de lavandería, donde se lavan las sábanas y la ropa de cada módulo en días distintos, y toda la ropa «se perfuma y se entrega doblada y planchada», explican las tres responsables del servicio.

"un centro de imprevistos"

Una de las enfermeras del centro penitenciario, Noemí, destaca que Wad-Ras es la única cárcel en Catalunya que tiene departamento de madres y niños, lo que les hace ser «un poco especiales».

«La mujer, cuando entra en prisión, tiene otras peculiaridades que el hombre. Las mujeres piensan más en los hijos, en el núcleo familiar, se desbordan por un tipo de situaciones que a lo mejor los hombres no», añade la enfermera de este equipo médico que funciona como un ambulatorio y cuenta con dos enfermeras más, tres médicos, una auxiliar, un director médico y distintos especialistas.

Wad-Ras cuenta con el único departamento de madres donde las presas pueden convivir con sus hijos hasta que cumplen tres años, y ahora hay siete madres con ocho bebés, dos de ellos mellizos.

El servicio forma parte del Institut Català de la Salut (ICS) desde 2014 y en la prisión tratan sobre todo «patología mental, infecciosa y de la drogodependencia», y Noemí afirma que se atiende a las presas de manera multidisciplinaria, rápida y ágil.

«El centro penitenciario es un centro de imprevistos. Una crisis de ansiedad, una mala noticia, un niño que se cae... Muchísimas cosas que hacen que trabajen perfiles de profesionales concretos para trabajar en medio de los imprevistos y caos», y asegura que cuando ingresa una presa nueva en dos semanas la visitan varios especialistas, algo que pone en valor ante las internas en comparación al ritmo de la sanidad pública fuera de prisión.

"pueden llegar a ser otra persona"

La profesora de pintura del centro, Laia, explica que en sus clases se crean «espacios que invitan a trabajar hábitos personales y después artísticos», y asegura que ve cambios desde el momento en que llegan las internas y también cuando llevan un tiempo.

«Aquí las emociones no es que se trabajen, aparecen. Una persona que es muy desastre arriba (en el módulo), aquí recibe la admiración y el reconocimiento de la otra. Esto les hace pensar que pueden llegar a ser otra persona. Nosotros ponemos los medios, pero el cambio y el trabajo lo tienen que querer hacer ellas», manifiesta Laia.

Explica que muchas presas preventivas trabajan con el «chip de que todo es provisional», lo que, por una parte, hace que no se tomen las clases seriamente y, si lo hacen, explica que algunas se agobian porque quieren acabar las pinturas antes de su fecha de juicio o salida de prisión.

"nunca se ven fuera, solo sale su obra"

«Trabajamos con colores primarios para que se den cuenta de que el color que crean es único. El verde de la de al lado no es el mismo y no se puede repetir. En la variedad está la riqueza. Cada una tiene un nivel, una sensibilidad y unos intereses distintos», añade, y considera que en su trabajo es importante saber qué pedir y hasta qué punto exigir a cada mujer.

En este sentido, explica que una buena noticia afecta positivamente a una presa, pero puede hacerlo negativamente a las otras al compararse, y plantea la paradoja de que, aunque las internas han expuesto sus pinturas en un centro cultural fuera de la cárcel, «la desventaja es que nunca se ven fuera, solo sale su obra».