Los arqueólogos, trabajando en una de las estructuras halladas en Cabrera. | Mateu Riera / Magdalena Riera

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Poco a poco se van resolviendo los interrogantes sobre la historia de la vida monacal en Cabrera. La campaña que dirigen los arqueólogos Mateu Riera y Magdalena Riera finaliza hoy tras acabar la excavación de una habitación localizada hace unos años en el Pla de ses Figueres. Todo apunta a que estos restos pertenecen a la celda de uno de los monjes del preciado monasterio. Es más, el equipo ha determinado que las estructuras excavadas ya estaban en funcionamiento en el siglo VII dC.

La celda medía 4,5 por 2,5 metros y dentro se ha localizado una piedra lisa que debió servir para moler harina. «En el Clot del Guix también encontramos un molino. Además, sabemos que en las celdas de la mayoría de monasterios vivía el monje con el aprendiz y es muy característico que tuviera que moler la harina», asegura Mateu Riera que, junto con Magdalana Riera, investigan la zona desde 1999.

Hasta hoy sólo tienen excavado entre uno 2 y un 5% de la totalidad del yacimiento, pero ya han encontrado importantes indicios de lo que fue el monasterio, así como la necrópolis, restos de estructuras de una factoría de púrpura bizantina, además de la huella de los prisioneros franceses en la isla en el siglo XIX. Sin embargo, Riera no se conforma y quiere localizar el monasterio bizantino. La única referencia escrita proviene de una carta del papa Gregorio Magno del año 603 dC. «Sabemos que entre los siglos V y VI había un taller de producción de púrpura y por lo visto también se produjo vino», explica mientras recalca que ahora queda por determinar si los monjes ya se habían instalado en Cabrera en los siglos V y VI.

Nuevos hallazgos

La campaña de este año ha sido provechosa. Se ha recuperado un camafeo con una piedra preciosa que tiene un grabado. También han localizado cerámica del siglo VII, lo que confirma que el monasterio estaba en pleno funcionamiento. Entre estos restos cerámicos se encuentra una escudilla casi entera con un grafito realizado postcocción en el reverso de la taza y «que podría ser el indicativo de quien era el monje propietario», añade al arqueólogo. También se ha encontrado cigilata africana del siglo VI y dentro del habitáculo había un peso de plomo que podría servir para la pesca y unas piezas de bronce.

«Hemos vuelto a encontrar nuevos interrogantes, aunque el principal es saber dónde debe estar la iglesia», añade Riera. Mientras continúan las investigaciones, el equipo tiene claro que entre la celda este año excavada y la necrópolis estudiada en campañas anteriores se tiene que ubicar el templo. Entre uno y otro punto hay 35 metros.