Juan Campos dice que fue el primer DJ español que pinchó en Nueva York. En aquel momento no le dio la importancia que ahora tiene. Su estilo es la música disco porque, según él, el 90 por ciento de los sonidos de la época en la que empezó pertenecían a ese género. | Joan Torres

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Cuando Juan Campos i Riera entró a limpiar una cabina de una discoteca, ya nunca más salió de ella. Ser DJ es una profesión arriesgada. Es o blanco o negro. O te dedicas a ello o tienes un trabajo paralelo y eso te lo tomas como un hobby, al menos, en la Isla. A algunos se les ha pasado el arroz. A otros les vendieron duros a seis pesetas, pero consiguieron sobrevivir. Y son pocos los que se cotizan.

Juan Campos o Kiko Navarro se veían obligados a salir fuera para comprar música. A pesar de que Àngel Costa comente que «la escena mallorquina está deteriorada», Campos recuerda nostálgico los tiempos de antaño en que Mallorca destacaba más que Nueva York hasta recién entrados en los 70. Muchas cosas han cambiado desde entonces. Entre ellas el menosprecio de la labor del pinchadiscos. «Ser DJ significa mucho más que poner canciones. El término engloba profesionalidad, sinceridad y psicología», confiesa Campos. Y dentro de esa psicología está la de saber cuándo y cómo aumentar tu caché para poder vivir de ello. Juan Campos puede. Pero añade que «es casi imposible porque hay pocos negocios abiertos». De eso se queja Àngel Costa, quien sabe que «en Palma sólo se pincha dance». Nobisaki argumenta que «hay que tener más coraje con el indie que con la electrónica o el dance».

Exilio

Otros tienen que exiliarse al extranjero para poder ganarse el pan. Fuera es donde Navarro consigue más beneficios: «La gente de aquí que aprecia tu música es porque va bajo los efectos del alcohol».

Costa pone pegas al papel del deejay en las discotecas. «La música queda en un tercer plano por detrás de follar y beber. La mayoría no consigue lo primero y acaba por lo último», opina. He ahí el dilema del DJ cuando sabe que la gente no va por él. «Prefiero que se larguen a que estén ahí para ligar», matiza Navarro.

Los movimientos corporales influyen. Navarro explica que «es capaz de percibir que la sinergia fluye, pero muchos fingen». Como en el sexo. Parece que hoy en día todo el mundo puede ser disc-jockey; Campos sostiene que «mi nieta de seis años puede pinchar, sólo se necesitan dos dedos». Aunque, según Navarro, «si no sientes lo que haces es plástico y se nota».