Vistas desde Can Mulet d’abaix.

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Impedir la demolición de la casa en la que vivió Falla en el barrio de Génova, en Palma, en 1933 y 1934, le hubiera costado al Ajuntament de Palma «un millón de euros», según Antoni Noguera, concejal de Urbanisme de Cort. Una «indemnización que tira muy para arriba», contesta Àngels Fermoselle, vicepresidenta de ARCA, «pero si fuera así tendrían que haberla comprado». El derribo de Can Mulet d’abaix, como era conocida la pequeña vivienda, ha transcendido fuera de Mallorca y ayer la prensa andaluza se hacía eco del lamentable suceso.

No resulta extraño, porque la relación sentimental del compositor de Balada de Mallorca con la Isla –donde dejó numerosas anécdotas, encontró buenos amigos y trabajó– era intensa, según se deduce de la correspondencia mantenida entre ambos.

En una carta del 6 de septiembre de 1934, el coleccionista Antoni Mulet, propietario de la casa, le escribía a Falla: «Se irá Nin [el pianista Joaquín Nin-Culmell, que también había alquilado la vivienda]... Quién ocupará luego mi casita? Quién animará la celda [la habitación] que es ya como una capilla?... Si yo fuera rico, nadie; pero le aseguro que la defenderé todo lo que pueda para que no haya lugar a decir que el espíritu de Falla ha debido abandonarla por completo». Estas palabras muestran la admiración de Mulet por su inquilino y parecen premonitorias de lo que ha sucedido.

Sin espíritu

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Tras la demolición, «el espíritu de Falla se ha ido», comentaba apenada la historiadora Elvira González Gozalo, quien tuvo la suerte de transcribir correspondencia entre Falla y Mulet. «María Albertí Mulet me regaló ocho cartas que yo entregué al Museo de Lluc cuando era su directora; las transcribí y publiqué en el catálogo de la colección de cerámica del museo, en el número cinco de la Colecció Gresol, así queda constancia de que existen». De ellas se trasluce lo bien que se encontraba Falla en la casa, la amistad que le unía a sus propietarios y a los vecinos del barrio, a los que se refiere como ‘los genoveses’.

Como experta en patrimonio histórico, Elvira González asegura que «la casita tenía valor etnológico evidente, la mampostería y el diseño de la escalera de tipo imperial, del XIX, eran elementos de los que, cada vez, quedan menos». Cabe recordar que Mulet fue «un apasionado de la cultura de Mallorca» y que regaló sus colecciones «a la Virgen de Lluc» y son la base del museo.

El pianista Joan Moll fue quien dio la voz de alarma sobre la estancia de Falla en Can Mulet d’abaix cuando se enteró de la intención del derribo. «Avisé a ARCA y, desde entonces, hemos intentado pararlo, escribí al alcalde [Hila] y no tuve respuesta». Este martes aseguraba que «lo sucedido es muy triste urbanística y culturalmente».

Fue Joan Maria Thomás, compositor y fundador de la Capella Clássica, quien invitó a Falla a visitar Mallorca «cuando se enteró de que buscaba un sitio tranquilo para componer la obra Atlántida, sobre el poema de Jacint Verdaguer, incluso le dio clases de catalán y latín», rememora Moll. Al final, Falla dejó esta pieza inconclusa, pero una parte de ella, Balada de Mallorca, inspirada en Chopin, la estrenó la Capella en el Festival Chopin de Valldemossa. «Como era muy friolero, Falla no la dirigió, se quedó en una celda escuchándola». Joan Maria Thomás relató en un libro la estancia del famoso compositor en esta tierra, que ya le olvidó.