Chenoa salió al escenario con un sugerente vestido negro rematado con una torera dorada. | M. À. Cañellas

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Disculpen si el titular suena como las frases promocionales que se estampan en las solapas de los libros, pero no exagero. Chenoa salió la noche del sábado al escenario del Trui Teatre eufórica, enérgica, divertida, lúcida, comunicativa y sensible cual jovenzuela. Desgranó un buen puñado de canciones sin respiro ni racaneo, seduciendo hasta a su sombra, y en ningún momento dejó de contar con el aliento del público, qué digo público, pretorianos entusiastas que la seguirían en manada, dispuestos a invadir las Galias si ella se lo pidiera.

Trui Teatre de Palma acogió la pasada noche la presentación de Soy humana, el séptimo trabajo de Chenoa, un disco producido en Mallorca por Maria Marcus, en el que ambas experimentan con distintos sonidos para encontrar el equilibrio entre la faceta impetuosa y el lado más romántico de la argentino-mallorquina.

Tema

Pero el concierto, que arrancó con el tema que da título al disco, no se centró únicamente en su último trabajo, los que han seguido de cerca su carrera pudieron cantar junto a la artista sus temas más populares.
La velada, que contó con algo menos de un millar de asistentes, se presentaba como una oportunidad única para comprobar el cambio que ha experimentado su música en la última década, cómo ha madurado sin perder su personalidad.

Camaleónica como pocas, Chenoa se ha escorado del pop a otras latitudes sin ser vapuleada por la prensa ni por sus seguidores, que valoran sus quiebros estilísticos como audaces ejercicios de reinvención.
El último la acerca al folk, el rock y los sonidos urbanos. Un cambio que, sobre el escenario, supo domar con su voz, cada vez más versátil, y la complicidad del público, que entró en delirio con el segundo corte de la noche, el titulado Hoy por hoy.

Aire

Para darle un aire más homogéneo al repertorio, algunas canciones han sufrido nuevos arreglos, más directos, que reformulan su fisionomía. El resultado resulta evidente: su obra se mueve en una onda más rockera, con un aroma a cuero negro y brillantina que le sienta francamente bien.

En ese contexto, la guitarra y la batería ocupan un rol más preponderante, aunque el secreto de sus canciones –un secreto a voces, por otra parte–, son los modos de una mujer con carácter, hábil en el escenario, que le canta a la fraternidad, a la lealtad y a los golpes de la vida. Pero sobre todo, se dirige a los amigos y a los amantes que pasaron por ahí con una melancolía que paraliza, y una rebeldía que no tiene edad.

Y es que Chenoa pertenece a esa generación de currantes que no necesitan pedir perdón a nadie por su éxito. Vive con sus propios códigos, consciente de que ser uno mismo es una tarea complicada. Un reto difícil.