El médico e intérprete Marcos Ariel Hourmann, en una imagen promocional de ‘Celebraré mi muerte’.

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Marcos Ariel Hourmann fue el primer médico condenado en España por realizar una muerte asistida a una paciente, Carmen, quien se lo pidió expresamente en compañía de su hija tras ingresar en urgencias en marzo de 2005. La familia jamás denunció, pero sí lo hizo el hospital en el que trabajaba. Hourmann asumió su responsabilidad al declararse culpable y dio inicio a la época más complicada de su vida que se prolongó más de diez años. Ahora cambia las frías paredes del hospital por la calidez de las salas de teatro con Celebraré mi muerte, donde Hourmann se interpretará a sí mismo en el Teatre d’Artà y el de Lloseta los próximos 13 y 14 de diciembre a las 20.30 horas. Detrás de esta propuesta artística, dirigida por Alberto San Juan, está Producciones del Barrio, liderada por Jordi Évole.

¿Cómo surge Celebraré mi muerte?

—Después de salir en Salvados hablando del caso, ellos me plantean hacer una idea loca y atrevida que resultó ser esta obra de teatro en la que quien cuenta la historia no es un actor sino el protagonista de la misma. La idea fue de Víctor Morilla, realizador del programa.

¿En qué consiste la obra?

—Es una mezcla entre pasado y presente sobre puntos fundamentales de mi vida misma y que me marcaron para llegar a ese punto con esta paciente y dejan al espectador emocionado con un toque de humor muy grácil. Hay ocho personajes no activos que hacen de jurado, y se les da un papel y un bolígrafo para que al final deliberen, pero va más allá del simple inocente o culpable.

¿Someterse a juicio cada noche supone una redención para usted?

—No es redención, yo fui sentenciado culpable. No se trata de eso, sino de que el teatro es una herramienta social maravillosa para concienciar a la gente. Estamos muy contentos por el éxito inesperado que estamos consiguiendo.

Al ser un tema polémico, ¿encuentra oposición por parte del público?

—Me gusta hacer un coloquio al final de la función y en uno alguien dijo que esto era un mítin a favor de la eutanasia, pero en realidad es uno a favor de la vida. Si le pierdes el miedo a morir bajo ciertos preceptos la vida es más libre y puedes ser capacz de recibir mucho más. De esto va, la vida y la muerte van juntas, y tener esto claro implica vivir mejor.

¿Fue difícil cambiar la bata blanca por los ensayos y la actuación?

—Realmente yo no actúo, interpreto. Pero sí, lo más difícil fue aprenderme el guion como Alberto (San Juan) quería. Pensé que no podría. Nunca me imaginé como actor y esto es un regalo para mi mujer y para mí tras todo lo vivido.

¿Cómo es la reacción del público?

—La gente reflexiona, sale tocada, riendo o llorando pero replanteándose la muerte no como una cosa oscura sino como una parte más de la vida, que es maravillosa. Mientras esperamos la llegada de la muerte aprovechemos la vida.

¿Qué es morir bien?

—La gente suele morir en hospitales y no lo hace rodeada de un entorno cálido, es la enfermedad la que manda. El final debe ser cómo, cuándo, dónde y con quien uno quiera. Estas son las condiciones para una muerte digna, pero nada se le puede decir a quien lucha hasta el final y llega a situaciones de denigración propia ni tampoco a quien decide no sufrir más.

¿Estamos cerca de una ley de eutanasia?

—Más que nunca. El 89 % de la sociedad está a favor y en el acuerdo entre Podemos y PSOE está la eutanasia. Si hay gobierno creo que habrá una ley imperfecta pero será un comienzo. Esto va de la libertad del individuo, no tiene ideología.

¿Dónde está la frontera entre actuar médicamente o humanamente?

—Los médicos estamos para poder ayudar a la gente, pero la muerte no es nuestro trabajo. Tenemos que olvidarnos de la ciencia y extender la mano a quien está delante. Con Carmen actué como un ser humano al final, tras haber sido su médico.

Después de todo, ¿volvería a aplicar la eutanasia?

—No soy un héroe ni una víctima, pero tampoco soy un hipócrita, después de lo que pasamos mi mujer y yo, en las mismas circunstancias, no lo volvería a hacer. Pero que quede muy claro que eso no tiene que ver con la convicción o con que con la misma persona, en sus circunstancias sí lo haría de nuevo.