La cantante María Peláe.

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Libre, natural y única son las palabras que mejor definen a María Peláe. La malagueña habla como canta en sus canciones, con el mismo salero y calidez, con la misma pasión y originalidad. Su repertorio gravita el flamenco y la cultura pop perfilando canciones en las que se muestra a pecho descubierto, sin aditivos. Jamás ha recurrido a ellos, ni en la música ni en sus apariciones en un conocido talent show televisivo. Su medio es el escenario, esa hidra de dos cabezas que devora a quien no está a la altura, ella en cambio lo domina, se pasea y asume el control de cada metro cuadrado con la convicción de un penitente. Compruébenlo este viernes en el Auditòrium de Palma (21.00 horas), al vuelo de las canciones de su último disco, La folcrónica.

La andaluza llega a Ciutat inmersa en Si se achucha, entra, un tour donde exhibe esa voz con tantos recovecos, garganta mágica que cobra cuerpo con la misma facilidad que se torna vaporosa. Con ella moldea los versos, los endulza o endurece, los alarga o adereza. Su forma de cantar no camufla inseguridades ni puntos débiles porque hace suya cada estrofa que visita sus cuerdas vocales. Con la que involucra al auditorio entero.

Son canciones con una fuerte carga autobiográfica. «Un noventa por ciento realidad, un diez por ciento inventadas», confirma. Temas que perfilan «la necesidad de ser libre a través del arte». Con ellos nuestra maestra protagonista consigue dibujarnos la risa o el sollozo, como en un resumen de la vida misma. Ya avisa que sus conciertos «son muy emocionales, implican un viaje para llorar y reír juntos». No exagera, hay un tema de su último disco, Solo era pena, «que no hay forma de cantarlo en el escenario sin romper a llorar», confiesa. Sabia y serena, a sus 32 años tiene el don de emocionarnos y divertirnos sin que advirtamos siquiera la transición.

La andaluza le canta a esos amores inextinguibles de los que, ni pretendiéndolo, podemos despojarnos. Poniéndole una música que los acompaña con inventiva, a veces clásica, a veces flamenca, a veces moderna, pero siempre profunda. Esa autenticidad «es la que me mantiene, me ayuda a crear, a ser yo misma». Y si le sumamos despuntes de crítica social, tintes lorquianos y una buena dosis de picaresca daremos con el secreto del éxito de una artista que está en boca de todos. Cuánta osadía, cuánto desparpajo, el de esta tonadillera posmoderna e imaginativa.