Francesc Sanchís, impulsor del acto, durante su intervención. | Pere Bota

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No estaba claro que se fuera a celebrar por la gran tromba de agua que caía apenas unos minutos antes de la hora acordada, pero escampó y el homenaje a Antoni Serra –fallecido el pasado 11 de marzo a los 87 años– ha podido celebrarse este lunes por la tarde con normalidad en el escenario de la Plaça de la Reina, en el Passeig del Born, dentro de la Fira del Llibre de Palma.

Los xeremiers dieron paso a este acto, impulsado por Francesc Sanchís y Glòria Forteza-Rey de Embat, librería de cabecera de este hombre «sin pelos en la lengua», «tierno y provocador» y «uno de los escritores contemporáneos más generosos».

Aina Nigorra, biógrafa de Miquel Manuel Serra Pastor, padre de Antoni Serra, fue la primera en tomar la palabra. Su intervención, centrada en los orígenes familiares del autor, sirvió de contexto para los presentes –que no eran pocos, pues tuvieron que añadir más sillas–.

Y es que Antoni, tal y como recordó Nigorra, no se cansaba de repetir que «el único responsable» de que él fuera escritor era su padre, con quien tenía complicidades a nivel literario, cultural y periodístico, pero no tanto en el terreno personal. «Eran personas muy distintas: su padre era tímido, introvertido, siempre guardaba las formas; en cambio, Antoni, y no creo que se enfadara si oyera lo que digo, era desvergonzado, sin pelos en la lengua y sin cuidar demasiado las formas».

La biógrafa fue más allá y contó que también el abuelo paterno de Antoni Serra, Pere Lluc Bonaventura Serra i Canyelles, era médico y también un gran aficionado a la escritura». De hecho, Nigorra remarcó la estrecha relación entre Serra i Canyelles y Santiago Rusiñol, quien añadió algunas anécdotas en El Místic y El Malalt Crònic.

Tras esta primera toma de contacto fueron muchos los que recordaron momentos entrañables junto a Serra, como es el caso de Pilar Arnau, quien contó que lo conoció en los 90 en la UIB, cuando, fumando, sacó un cráneo humano de su bolsa y dijo que con esto era la única manera de escribir novela negra», o Sebastià Bennasar, que de hecho está preparando la reedición de Carrer de l’Argenteria, 36 con el sello Edicions Xandri, quien relató cómo Serra, sin que nadie se diera cuenta, «coló unas cuarenta páginas en su traducción al castellano de Os Maias, de Eça de Queiroz».

En cuanto a la parte más familiar, Maria Josep Morell Serra, sobrina de Serra, recuperó la sentida glosa que justamente le tocaba escribir en el Setmanari de Sóller cuando murió su tío; y el periodista y escritor Antoni Planas compartió una anécdota protagonizada por Carme Bauçà, madre del autor, y sus hijos Clara y Albert.

Por su parte, Miquel Serra, sobrino del escritor y editor de este periódico, hizo un repaso de su trayectoria como periodista y crítico literario de esta casa, desde que empezara en 1961 y hasta su última colaboración hace tres años.

El crítico literario y muy buen amigo Jeroni Salom emocionó a más de uno con su dedicatoria: «Quería ir al infierno y seguro que fue una entrada de caballo siciliano y se reiría después del resultado electoral de ayer [por el domingo]. También se quejaría de la organización de este acto, sin vino ni nadie fumando, siendo políticamente correctos», replicó.

Mientras, el profesor de literatura Antoni Figuera aseguró: «Cada día sigo hablando con Toni. Llevo más de cinco décadas haciéndolo y hasta que me muera lo haré», mientras que Miquel Vicens Escandell: «Si este fuera un país normal, Antoni Serra se leería en los institutos». Seguro que el de ayer no será el último homenaje a Serra.