Imagen promocional de la mítica ‘24 Hour Party People’.

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El talentoso, prolífico e inclasificable Michael Winterbottom plasmó toda la energía y creatividad, así como las contradicciones y excesos, de una ciudad –Madchester– y una época –1976 a 1992– en 24 Hour Party People. Una cinta estrenada hace veinte años que encuentra en la larga y en ocasiones tortuosa relación entre cine y rock su leit motiv, tanto en el aspecto narrativo como en el visual. Pero incluso más meritoria que sus cualidades formales es la capacidad que demuestra el cineasta para transmitir la relevancia de Mánchester en el contexto musical de su época, algo que le valió el merecido sobrenombre de 'Madcheste'r.

Ambiciosa y extravagante, a la par que sórdida e irónica, 24 Hour Party People se cimenta sobre la mitología autodestructiva del sello Factory Records, responsable de las carreras de bandas como New Order, James, Happy Mondays, A Certain Ratio, Electronic o Northside, entre muchas otras. En la concisa radiografía sobre su irrupción, apogeo y caída, Winterbottom usa un formato de documental febril que bascula entre la ficción y la realidad, regado de una nostalgia nada empalagosa que reivindica con orgullo de working class el papel de esta discográfica en el desarrollo de la música independiente.

Si la explosión artística de Mánchester convulsionó los cimientos de la música fue, en gran medida, por gente como Tony Wilson (ninguno de los aciertos dramáticos de esta película hubiese sido posible sin la vitalidad y jerarquía con que Steve Coogan encarna al personaje), una suerte de periodista y empresario anarquista que recelaba de los contratos y firmaba pactos de sangre –literales– con sus artistas. Wilson creó Factory Records y el mítico club The Haçienda.

La película arranca en junio del 76 con un recital, ante apenas cuarenta espectadores, de los Sex Pistols, en la que se presume una fecha clave para la revolución venidera. En ese concierto Wilson comenzó a visualizar las posibilidades de un sonido y una escena en ciernes. A partir de ahí la trama se centrará en las historias de Joy Division y su posterior conversión en New Order, así como a la abrupta irrupción de Happy Mondays. Si bien son éstos los ejes centrales, por la trama desfilan notables recreaciones de artistas como The Jam, The Stranglers, A Certain Ratio y Buzzcocks, entre otros.

De ese modo consigue 24 Hour Party People convertirse, además de en una gran película, en una clase magistral sobre historia del rock. Una soberana lección que bascula del punk al britpop, pasando por el post punk, la new wave y el Manchester Sound, sin descuidar la aparición de la música electrónica para masas, las primeras raves, la entronización de la figura del DJ, así como la consolidación del consumo de drogas recreacionales.

En suma, 24 Hour Party People es un exuberante fresco sobre los primeros pasos del sonido independiente, bien documentado e interpretado, que jamás cae en la intrascendencia. Al contrario, sintoniza perfectamente con el tono, el vértigo y el espíritu a ratos visionario, a ratos paranoico, pero siempre lúdico y decididamente melancólico de la historia que esta contando.