La escritora y traductora Carlota Gurt acaba de publicar 'Biografia del foc' (Proa), que llega tras su debut novelístico 'Sola' (Proa, 2020). | Pere Bota

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Ella misma asegura que es su mejor libro y que, en caso de que no le guste al lector, siempre le puede prender fuego, que sería casi un «homenaje». Hablamos del último libro de Carlota Gurt (Barcelona, 1976), Biografia del foc (Proa). El viernes lo presentó en Món de Llibres (Manacor) y ayer participó en un coloquio junto a Josep Piera y Sebastià Perelló en la Setmana del Llibre en Català, en Palma.

La lectura de los catorce cuentos deja un poso de fracaso, como si todos los protagonistas fueran unos fracasados...
—Porque es un libro que habla sobre catástrofes y la idea de que puedes poner toda la energía en algo y que luego pasa lo que pasa, inevitablemente. Es un libro sobre catástrofes, pero no es trágico. Simplemente hay cierto posibilismo. Hay setas que aparecen en bosques que se han quemado. Los incendios sirven para algo también. Aquí están mis catástrofes vitales.

Pero, ¿a qué llamamos fracaso?
—Un divorcio es un fracaso, por mucho que no quieras admitirlo. Desde el momento en que estás con alguien con el que tenías un proyecto que ya nunca podrá ser, a pesar de que sea una decisión propia... Al final estamos todo el día imaginando futuros que no pasarán. En este sentido, Biografia del foc es una reivindicación trágica del presente. No importa qué pasará, sino qué ha pasado hasta ahora. Hemos fracasado y hemos sufrido una catástrofe, pero eso no quiere decir que el futuro sea un desastre.

La incertidumbre es clave.
—El no saber qué sucederá después ni poder preverlo me genera una incertidumbre angustiosa. El cerebro humano está preparado para hacer planes y todo gira para que se alineen. Si no tienes planes o no funcionan te quedas a la deriva, desamparado. De ahí que en los cuentos haya tantos vehículos: tanques, coches, barcos, aviones...

¿Qué quiere decir?
—Empecé a soñar con vehículos. Lo interpreto como que no sé a dónde voy. Al final, lo que importa de los sueños es lo que te dicen a ti. Tú eres la única persona capaz de interpretar qué quieren decir tus sueños.

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Tiene una obsesión con los tanques.
—Hay épocas en las que no tienes ganas de comunicarte con el mundo. La gente te llama, pero tú solo quieres estar en un tanque, protegida, sin que nadie te moleste. Las relaciones personales son arriesgadas.

Es como si todos estuvieran a punto de explotar.
—Es que estamos al borde del abismo siempre. Todos estamos a punto de explotar, hay tensiones por todos lados. Puedes tomarte esa incertidumbre como todo lo que vengan serán peligros o como un mundo lleno de posibilidades. La incertidumbre puede serlo todo.

Portada de 'Biografia del foc'
La imagen de la portada de 'Biografia del foc' (Proa) es de Chamo San.

Como decía, no tiene un tono trágico. De hecho, lo aborda con humor e ironía. A veces es mejor reír que llorar o, mejor dicho, uno ríe por no llorar.
—Vale más reír por no llorar. Mi madre, de pequeña, me daba aspirinas infantiles con azúcar para que me las tomara. Me gustaba tanto el sabor que a veces fingía tener dolor de cabeza para tomarlas. Esto es lo mismo. Es una cosa amarga y dramática, pero no lo cuento en ese tono, porque sería empalagoso. Es cierto que me daba miedo que fueran demasiado cerebrales y fríos, pero es que es la única aproximación posible, porque si no caes en la cursilería y la sensiblería.

Recomienda leer los cuentos en orden cronológico y máximo dos seguidos.
—La gente suele leer los cuentos como si fueran novelas. Leen seis del tirón y claro, quedan empachados. En los clubs de lectura veo esa reticencia a leer cuentos precisamente por eso, porque la sensación final no es gratificante. La novela es como casarse: a las cincuenta páginas parece que es para toda la vida, ya haces un pacto con el autor de que llegarás hasta el final. Con los cuentos no es así: cada cuento es un posible fracaso, como si fueran amantes.

Dedica el libro a sus padres, que han tenido que morir para que usted escribiera...
—Para mí escribir es una forma de gestionar la angustia, es como un filtro para mí. Mi madre está viva en realidad, aunque padece alzhéimer, así que es como si estuviera viva y muerta a la vez. No es que sea un detonante, pero es verdad que el hecho de que los padres no estén te da mucha libertad. Si mi padre viviera no escribiría estas cosas o no haría las entrevistas que hago. O puede que lo hiciera igualmente, no lo sé. Siempre hay un punto de miedo a decepcionar a los padres. Al fin y al cabo los padres son las únicas personas del mundo que puedes decepcionar de verdad. Nunca he sido la hija que querían.

Pensaba que ese miedo se superaba con la edad.
—Bueno, aprendes a gestionarlo mejor. La ciencia ficción es eso: imaginar pasados que no hemos tenido. O futuros. El ‘y si’. ¿Y si tuviera que elegir entre mi pareja y mi hijo? Son hipótesis mentales que existen, pero de las que no tienes ni idea.