Pau Vadell es poeta y editor de Adia, cuya sede es la Església Vella de Calonge (Santanyí). | Pilar Pellicer

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Tras regresar de Belgrado (Serbia) con motivo de la traducción de su obra Esquenes vinclades (Premi Jocs Florals 207), Pau Vadell (Calonge, 1984) realizó una residencia en Pasaia, en la casa de Victor Hugo en el País Vasco para concluir la escritura del libro de poemas Si escates un salvatge, como parte de la beca de creación de la Institució de les Lletres Catalnes (ILC). Su periplo ha continuado estos días por la primera edición del festival literario Tocats de Lletra y el Nacional de Sant Cugat con nuevo poemario bajo el brazo, Cremen desordres, que ha publicado con el propio sello que regenta, Adia, justo en su décimo aniversario.

En su último poemario, Terra llarga (LaBreu, 2019), ya había esa crítica colectiva que encontramos en Cremen desordres, de que el mundo está abocado a su exterminio, pero siempre queda un último festín...
Los poetas siempre relacionamos nuestros libros y las temáticas, que llegan a ser como obsesiones. Al principio de Cremen desordres ya me dirijo al lector para avisarle de que este no será un camino de rosas. Hablo de desórdenes humanos, que no es lo mismo que caos. Me refiero a todo lo que hacemos los humanos para autodestruirnos. En el primer poema dejo entrever que tenemos que quemarlo todo para volver a empezar.

Está todo tan mal que no hay solución posible, ¿hay que quemarlo todo?
El mundo como tal ya ha terminado y solamente quedan algunas cenizas para volver a empezar. A partir de esta idea hago un repaso por los males que tenemos en Mallorca: balconing, la corrupción de siempre, la masificación turística absoluta... Siempre digo que los poetas tienen que explicar el presente e intentar albirar el futuro. Así que pongo al alcance del lector lo que creo que hay en el mundo y, especialmente en Mallorca. A partir de ahí, de esa playa del Borgit en la que flota un Cornetto, llega el cambio y el cosmos. En el epílogo, Eduard Sanahuja dice que los desórdenes de la juventud, para él, tenían un componente amoroso, pero los míos no se inscriben en el amor. Lo mío es más bien algo así como una manera de desordenar las ideas.

También dice Sanahuja que su poesía es hermética, que no es fácil....
No me lo tomo mal. Los poetas se desnudan mucho, pero tampoco hace falta darlo todo masticado. Si quisiera hacer algo más lineal me dedicaría a la narrativa. La importancia de la poesía reside en saber condensar mucho en muy poco. Cada vez hay más gente que no tiene ni ganas ni capacidad de retención.

Y usted, ¿se considera hermético?
La poesía es como una doble vida. Soy muy abierto y expansivo. En ella pongo todos mis miedos, mis incertidumbres.

¿Cuáles son esos miedos y preocupaciones? En un poema habla de que el miedo a crecer lo deja perplejo...
Tengo miedo a la muerte, a dejar de ser auténtico y de no poder hacer las cosas que me gustan, de perder la cabeza, de dejar de ser persona.

En Còsmica asegura que cuando llegue el fin del mundo haremos grandes cosas. ¿Cómo se lo imagina?
Como una película de Lars Von Trier, Melancolía tal vez. Todo tiene que terminar con una gran fiesta, debemos quemarlo todo.