Miquel Gibert, batería y compositor de La Granja. | M. À. Cañellas -

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Esa mierda llamada tiempo se esfuma sin remedio, como cuando vas en tren y ves el paisaje desaparecer a través de la ventana. El tiempo, como la vida, es imbatible, no puedes vencerlo, tan solo defenderte de sus golpes. Miquel Gibert, batería y compositor de La Granja, lo sabe. Es un tipo pragmático, de esos que no creen en las coincidencias, ha oído hablar de ellas pero nunca ha visto una (qué esperan, es abogado). Pero ese asepticismo no le impide seguir cosechando aquello que aun queda de virginal en su entusiasmo. Su mirada oculta un velo de nostalgia, pero él lo niega. No acabo de creérmelo, apesta a mentira disfrazada de esperanza. ‘Es que cuando tienes hijos ves las cosas de otra forma’. Ya. Charlamos sobre nuestro tiempo y este otro, que ya no es nuestro; sobre las curvas que dibuja la vida desde esa atalaya que es la perspectiva. Las conclusiones me las reservo, sería como comprar un billete para el Titanic... mejor nos centramos en el concierto de esté sábado en la sala Es Gremi de Palma (21.00), donde perpetrarán su clásico ‘greatest hits’ previo a la Navidad.

Bad Bunny le propone un featuring, un híbrido entre el pop ‘granjero’ y su reguetón, ¿se lo piensa?
Complicado. Nuestros sonidos se basan en cosas muy distintas, ¿cómo las mezclas?

Veo que no es de los que perrea en la party…
(Risas) No estoy para mucho perreo, no...

Vamos, que de aquello que cantaba Serrat -‘ayer es hoy, todavía’- nada de nada…
La maquinaria de la música es muy caduca, una cosa sustituye a otra.

Recuerdo mis lamentos cuando en la radio fórmula sonaba Objetivo Birmania, El Norte o Status Quo… Aquello era gloria con lo de ahora.
Lo miras desde otra perspectiva, en ese momento te repugnaba pero comparado con lo de ahora te parece mejor...

¿Sus respuestas están muy suavizadas o me lo parece a mí?
(Risas) Tira, tira...

Desde ‘Navidades con George Michael’ no han vuelto a publicar nada, ¿sus musas están secas?
No, de hecho tenemos cuatro canciones grabadas que esperamos sacar el próximo año.

¿Echa de menos aquellas navidades al compás de Wham y Frankie Goes to Hollywood, ‘noches de misa, chocolate, juerga y polvorón’?
En mi familia no hemos sido de celebrar la Navidad en plan tradicional, aunque ahora con los críos tenemos árbol y belén.

‘El pensamiento, si no es crítico, no es pensamiento, solo propaganda o adoctrinamiento’, ha dicho J. de Los Planetas, algo de razón lleva, ¿no...?
Estoy de acuerdo. J. tiene muchas cosas buenas y otras no tan buenas. La frase es buena, supongo que no la ha inventado él (risas).

¿Es imposible crear desde la armonía vital?
Mi vida es bastante armónica, aunque siempre he tenido un exceso de pragmatismo teñido de pesimismo, si escudriñas mis letras verá que hay un poso amargo.

¿Continuará la tradición del ‘concierto navideño’?, esto puede acabar como los bolos en Nevada del clan Sinatra…
(Risas). Ojalá, sería cojonudo, me parece un final perfecto.

¿Tocar en una banda es un refugio para escapar de la abogacía?
Lo importante es tocar en una banda, cuando me voy a dormir pienso en música, no en lo otro.

¿A qué se dedicarán hoy aquellos chavales adictos al color que montaban en motos blancas?
Lo sabe perfectamente. Solo desearía una cosa para ellos: que cuando escuchen música todavía se emocionen.

Usted prefería el blanco y negro.
He tenido muchas épocas. Cuando mis amigos salían yo podría haber ido pero prefería quedarme en mi habitación, y gracias a eso hay varias canciones de La Granja.

‘El éxito sabe a dolor, sudor y esperanza. Y muchas veces a mierda’, afirmaba Rubén Blades; para Michael Stipe de R.E.M. el éxito es ‘parte mentira, parte corazón, parte verdad y parte basura’… ¿con qué versión se siente más identificado?
Tampoco están tan lejos una de la otra, ambas reflejan las dos vertientes del éxito.

¿Cuando las musas son las aceras salen las mejores canciones?
Mi problema es que ya no sé de qué hablar y para inspirarse hay que estar en la calle, pero parece que a mi generación el mundo le ha pasado por encima, no me apetece adaptarme a los nuevos tiempos.

¿En esta ciudad queda algún espacio para la bohemia, algún resquicio que no sea para guiris o bares de diseño?
Sí queda no lo conozco. Hasta hace poco estaba el Club Mutante… Hoy los chavales no necesitan ir a un bar para escuchar música y ligar, tienen Spotify y aplicaciones.

A Dylan le dan el Nobel, a Springsteen le ponen una calle y a ustedes les dedican una pizza, ¿los músicos son unos ‘enchufaos’?
Cada vez menos, ¿eh? Antes los ‘enchufaos’ eran las estrellas del rock, después los futbolistas y ahora los youtubers.

Youtubers, qué pereza...
Ya. No me atraen nada…