En la Bienal de Venecia de este año hay una pequeña ventana a un momento y espacio muy concretos de la historia: la Mallorca de 1919. Se debe al Pabellón Central de la cita del arte contemporáneo más importante del mundo, donde se lleva a cabo la Exposición Internacional con obras de América Latina, entre las que se hallan piezas cedidas por el MUNAL (Museo Nacional de Arte de México) entre las que se encuentra Pescador de Mallorca, también conocida como Mateo el Negro, obra realizada por Roberto Montenegro durante la estancia del artista en la Isla en lo que fue, como él mismo destacó en sus memorias, los cuatro años «más bellos» de su vida.
Es la primera vez que una obra de Montenegro se ve en la Bienal de Venecia, pero no es ni de lejos la primera obra mallorquina que se conoce del mexicano. Y es que el artista llegó a Mallorca en el contexto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) como tantos otros creadores que se refugiaron en la Isla de la barbarie bélica. Aquí, Montenegro vivió una vida idílica en la que pintó y conoció diferentes puntos de la geografía local.
Bajo el ala de Anglada-Camarassa en Pollença, Montenegro desarrolló su estilo que fue ganando colorido y luminosidad, además de un interés por lo local. Así se da el contacto continuo con pescadores isleños además de sus estancias en lugares diferentes como La Fortaleza de Pollença y el Hotel Miramar. Es en este contexto que crea el óleo Pescador de Mallorca, alrededor de 1919, en el que se ve a un hombre con una bandeja de pescado mirando al autor en una actitud a medio camino entre la altivez y la curiosidad.
La obra, que se puede visitar hasta noviembre en el corazón mismo de la Bienal, se adscribe perfectamente al lema de la feria de este año: ‘Extranjeros en todas partes', que es lo que fue precisamente Montenegro en Mallorca, aunque supo hacer de la Isla un hogar más y, de hecho, llegó a ser relativamente conocido aquí durante su estancia con exposiciones y contactos varios.
De hecho, Montenegro es el artífice de los murales de la conocida hoy como Sala Montenegro del Parlament Balear, en su honor, por el trabajo que realizó en 1918 cuando era la sede del Círculo Mallorquín. Se trata, en efecto, de su primera obra mural, que fue restaurada recientemente. Montenegro marchó de vuelta a México en 1919, pero la estancia en la Isla le marcó durante el resto de su vida y obra.
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