Tres trabajadores durante el proceso de amasado de las carcasas de las empanadas.

TW
0

Si se habla de Ca’n Noguera en las Pitiüses todo el mundo lo relaciona con la fabricación de panes y repostería fresca. Pero Ca’n Noguera es algo más que eso. Es una empresa familiar, con poco más de una treintena de trabajadores en temporada alta y una cartera de clientes que alcanza los casi 300 usuarios fijos, a los que hay que añadir el ciudadano de a pie que a diario acude a alguna de sus tiendas a buscar un producto específico. Ca’n Noguera lleva con las manos en la masa nada menos que 45 años y desde hace unos cinco su cabeza visible es Jordi Riera, parte de la segunda generación de la empresa familiar.

Su padre, Mariano Riera, inició su andadura entre harinas en 1969 al observar el elevado crecimiento turístico de la isla y viendo la necesidad y la escasez de fabricantes de pan que había en aquel momento en Eivissa. Sin duda, y tras 45 años de actividad ininterrumpida, Mariano Riera logró poner en marcha un proyecto sólido que perdura en su máximo esplendor a día de hoy, al contar con tres tiendas repartidas por la isla, además de la fábrica y almacenes centrales, ubicados en la carretera de Sant Josep.

LA MODERNIZACIÓN. En los últimos años, y con la incorporación de la segunda generación, Ca’n Noguera ha cambiado mucho “el modelo de empresa” respecto a sus orígenes. Así lo explica Jordi Riera al asegurar que los productos de panadería han sufrido muchos cambios. El más importante ha sido la adaptación del pan fresco de elaboración diaria al pan precocido congelado, “que en su momento supuso una gran revolución”, añade. Además, también se optó por complementar la actividad de la empresa con la distribución en exclusiva de grandes marcas de productos específicos para la hostelería, con productos como los helados artesanales, café o infusiones, con el objetivo “de dar un servicio mucho más completo a nuestros clientes”. Así, Ca’n Noguera es el distribuidor de primeras marcas como Fripan (pan congelado), Gourmets (helados) y Lavazza (café), destinado en su mayoría al sector de la hostelería.

Esta búsqueda de nuevos canales de venta y de otros productos ha permitido “mantener e incluso incrementar” la facturación de la empresa, que en 2011 ascendía a 2,5 millones de euros. Aun así, Riera apunta que esta mejora en la cuenta de resultados ha sido posible “gracias también a la fidelidad de la gran mayoría de nuestros clientes, que valoran muy positivamente nuestro servicio y la calidad de nuestros productos”, añade.

LA CRISIS. A pesar de todo, la crisis también ha pasado factura a la elaboración de la repostería y la fabricación de pan en la mayor de las Pitiüses. “Se ha notado en que los productos de precios más elevados ya que no se consumen tanto. La mayor parte del público general ha optado por el consumo de panes mucho más económicos. También se consume menos pastelería y repostería fresca, que se cambia por productos congelados más económicos”, apunta Jordi Riera. Aun así, los productos típicos de la isla como pueden ser el flaó, la greixonera, las diferentes tipologías de pan pagès o el llonguet, siguen teniendo un buen tirón entre el público.

A todo esto hay que añadirle la llegada en los últimos años de un turismo de mayor poder adquisitivo a Eivissa y la apertura de nuevos establecimientos de alto standing, que ha provocado que Ca’n Noguera se vea obligado a modificar alguno de sus productos: “Algunos de nuestros clientes tienen unas necesidades especiales. Así, determinados clientes nos piden que les fabriquemos panes muy concretos con una determinada forma, peso, ingrediente o alguna harina especial”, señala Riera. Pero estas exigencias solo son posibles cuando se trata de grandes cantidades. De hecho, la relación con el cliente es tan estrecha que a veces, según explica el administrador, son estos los que “nos descubren materias primas especiales, productos nuevos o productos que ellos han visto en otras parte del mundo. Siempre intentamos aprender de ellos”.

CAMBIOS DE CONSUMO. Al hecho de tener que dar servicio a estos turistas de alto standing con unas peticiones mucho más concretas también se le suman los cambios de la sociedad, que opta por una alimentación mucho más saludable, eliminando ciertos aditivos o harinas tradicionales. Por eso, desde Ca’n Noguera se apuesta por traer todo tipo de productos más específicos desde la Península “ya que hoy en día hay empresas que están especializadas en ellos y son mucho más competitivas que si se tuviera que fabricar en Eivissa”, explica Riera.

La empresa, como muchos de otros establecimientos en la isla, triplica su producción durante la temporada alta, lo que hace que durante los meses de verano tengan que contratar trabajadores discontinuos con el fin de incrementar la plantilla en función de las necesidades. De hecho, durante los meses de invierno, “solo se utiliza en un 25 por ciento tanto las instalaciones, de la maquinaria y la flota de vehículos, mientras en verano todo lo que tenemos es poco; en verdad es muy complicado gestionar estas puntas de trabajo tan grandes”, asegura el máximo responsables de la fábrica.

Para la segunda generación de Ca’n Noguera, “la confianza que ha depositado el mercado desde el primer día ha sido fundamental para que la empresa no pare de crecer y de incorporar nuevos productos”. Además, el personal es una parte fundamental, “determinante para el correcto funcionamiento”. El equipo de Ca’n Noguera está formado por un grupo de personas “experimentadas y responsables en su trabajo tanto a nivel profesional como humano”, señala la empresa. Y es que muchos de ellos llevan décadas amasando empanadas, ensaimadas, panes y haciendo la repostería tradicional.

LAS INSTALACIONES. Para poder servir a diario a sus clientes, Ca’n Noguera cuenta con una nave de 1.250 metros cuadrados destinada a la elaboración del pan, a su amasado y su cocción. En esta superficie también se ubican los hornos y varias cámaras frigoríficas. El llamado ‘cuarto del frío’, en el que se elabora la repostería y pastelería fresca, cuenta con un total de 350 metros cuadrados, mientras que en otros 420 metros se sitúa la zona del almacenaje de la materia prima para su posterior distribución.