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Llevamos una época en la que las noticias negativas para las bolsas son frecuentes: falta de acuerdo en Grecia, cambios políticos en España, devaluación de moneda en China, rebaja de calificación a la deuda brasileña y esta misma semana los “engaños” de Volkswagen, que han hecho tambalear las cotizaciones de las empresas del sector y que, por su importancia, contagió a todas las bolsas, especialmente europeas. Todo esto ha provocado que estemos lejos de los máximos anuales, que se hayan perforado soportes más o menos relevantes, que haya habido recuperaciones intermedias… resumido todo en un aumento de la volatilidad.
Normalmente se interpretan los aumentos de la volatilidad como una mala noticia, desde luego es una situación incómoda para los inversores y puede ser muy dañina para los más cortoplacistas a los que les pueden saltar numerosos “stops” con pérdidas por pequeñas que sean, para después recuperar el precio, aunque siempre habrá operadores que se encuentren a gusto en este entorno y aprovechen estas oscilaciones.

A largo plazo, más que variar significativamente las carteras, pone a prueba la capacidad emocional y la disciplina de los inversores, que se encuentran variaciones significativas en poco tiempo, acompañadas por titulares catastrofistas o eufóricos en medios de comunicación. Aunque es cierto que ahora ha aumentado y que puede seguir haciéndolo, no se encuentra ni cercano a los máximos de volatilidad que hemos vivido en otra época; de hecho debería aumentar un 137% para verlo en niveles de la quiebra de Lehman Brothers.

Y la creencia de que los aumentos de volatilidad son señal de bajadas en los mercados es falsa. De hecho los últimos incrementos fuertes (lejanos al actual) de octubre de 2011 y junio de 2012 se producen en suelos en los principales índices seguidos de fuertes revalorizaciones marcando justo el inicio de grandes tendencias alcistas.