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Tratamos de hacer un inventario de daños, profundizando en un colectivo que lo ha pasado mal; aunque a pesar de los avatares de la crisis ha podido cumplir con todas sus obligaciones, sufriendo daños colaterales y costes imprevisibles.

Observamos que en la lista de desperfectos para reparar o reformar antes de recibir el alta para seguir la aventura, cumpliendo el estándar, “no te mata te hace mejor”, no figura el más importante; un factor desequilibrante, denominado por algunos especialistas “el síndrome de la urgencia” que convierte en preferente la cosas urgentes, postergando lo importante: nuestra misión, nuestra conciencia moral, nuestra orientación y el modo como dirigimos nuestra vida.

En una empresa, durante los períodos de crisis e incertidumbre, su organización está pendiente de los graves problemas que se van presentando y la cultura que acabará imponiéndose, será consecuente con la predisposición mental de su personal.

Por ello debemos, lo antes posible, recuperar la cultura del liderazgo, en la que el desarrollo de las personas tiene tanta importancia como el rendimiento económico, ya que se concreta en los resultados a largo plazo y en la satisfacción humana.

El liderazgo está formado por personas que primero sirven y después lideran con visión convincente en la que se define el propósito y el futuro, aplicando los principios que orientan la trayectoria.

Una vez que los colaboradores tienen claro hacia dónde ir, hay que conseguir aumentar el número de líderes de servicio, que son aquellas personas que además de hacer lo inmediato, ayudan a desarrollar capacidades individuales y de equipo que faciliten el superar el cumplimiento de las tareas a través de las personas, para conseguir su desarrollo a través de las tareas.

El reclutamiento de los líderes de servicio exige la práctica en la empresa de la cultura de interdependencia, que cree en la singularidad y capacidad de cada individuo y tiene en cuenta el abundante potencial que suministran las terceras alternativas. Las propias relaciones nos descubren el éxito en dar prioridad a la gente por encima de las cosas, con lo que se consigue incrementar la creatividad, la habilidad y la producción, que proviene de combinar la energía y el talento de muchos de forma sinérgica.

En la actualidad se constata un importante crecimiento de la desigualdad, debido principalmente a la crisis en general, al paro y a la revolución digital. En nuestro caso además, nuestro modelo de educación no ha facilitado la transformación de las capas laborales más afectadas.

Existen por tanto poderosas razones para priorizar la lucha contra el desempleo y sus efectos y la reforma de la educación. Peor no se puede estar.

Es absolutamente necesario fijar con criterio, contrastar con los resultados, las prioridades de gastos. No pensar o confiar que todo se arregla con una subida de impuestos, cuando necesitamos una reforma fiscal que favorezca a los que pagan y que paguen todos; ya estamos manejando unos tipos que están por encima de la media europea. Lo que está por debajo es la recaudación.

Si queremos que nuestra sociedad participe en un proyecto de futuro tenemos que regenerar nuestra democracia y tener un marco de referencia con principios que marquen la orientación correcta: libertad, igualdad de oportunidades y el principio de la diferencia que impide que los más desfavorecidos no puedan alcanzar las oportunidades.