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En el año treinta del siglo pasado Keynes escribió un breve ensayo con este título sobre el pesimismo económico de su tiempo dominado por la Gran Depresión del 29. Con el tiempo fue desarrollándose lo que se llamó la Revolución Keynesiana que creó un sistema económico nuevo que transformó las economías de los países desarrollados en economías mixtas de mercado que contaban con un potente sector público capaz de intervenir y regular la economía privada por medio de la política fiscal y monetaria de los gobiernos. Ninguna de las economías que la adoptaron experimentaron una depresión importante en los treinta años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, con un continuo aumento de los niveles de vida y la creación de importantes estados de bienestar que contribuyeron a mejorar la distribución de la renta y a reforzar la cohesión social. Las posibilidades económicas de sus nietos fueron mucho mejores.

Lo mismo ocurrió con la crisis del petróleo de los años 70, que exigía una política económica nueva adecuada a un problema nuevo. En España con los Pactos de la Moncloa y la entrada en el Mercado Común Europeo y más tarde en el euro, se abrió una etapa de fuerte crecimiento económico. La última etapa fue la burbuja inmobiliaria, que dio trabajo a todos los jóvenes y permitió la entrada de cinco millones de inmigrantes. Además permitió que jóvenes sin formación ganaran sueldos superiores a ingenieros, médicos y profesores. Altos salarios y ganancias rápidas a la generación del baby boom que nacieron durante los años 65-75 del siglo pasado.
Con la crisis inmobiliaria-financiera muchos se quedaron sin trabajo y con hipotecas. Este grupo, el más numeroso de la población española, junto a los nacidos en la década de los 80, que se encontraron de bruces con la crisis al cumplir su mayoría de edad y terminar sus estudios superiores, están viviendo la actualidad con pesimismo, incertidumbre y rabia, y con deseos de cambio y con potencialidad para hacerlo. También hay preocupación en las generaciones mayores, la de los 55-64 años por sentirse excluidos del mercado laboral y los jubilados por el temor de que sus hijos y nietos vivan peor que sus progenitores. Nerviosismo y dudas de que la generación de nuestros hijos y nietos no puedan dar un salto adelante como ocurrió en el pasado.

Esta crisis ha generado rechazo en EEUU y Europa de una parte de la población que se ha considerado perjudicada y ha reaccionado en contra de la globalización, los avances científicos y la revolución de la economía digital. Este momento de desconcierto da alas a gobiernos proteccionistas que levantan muros entre las personas y el comercio. Pero todos estos avances que están ocurriendo tan rápido es fruto de la vitalidad de nuestro sistema económico y científico. Como dijo Keynes en su época, ni el pesimismo de los revolucionarios que piensan que todo está mal y que solo puede resolverse con un cambio violento, ni el pesimismo reaccionario de encerrarnos en nosotros mismos y oponernos a los avances, son la solución, sino prepararnos para otro salto adelante. El camino de nuestra evolución tiene también retrocesos y contradicciones, y estamos ahora en un momento delicado con guerras, emigraciones masivas, miedo a la globalización, freno al comercio mundial, robotización de la industria y los servicios que provocan paro tecnológico y un reajuste de la riqueza mundial con el centro de gravedad desplazándose del Atlántico al Pacífico que perjudica a Europa, que tiene ahora mas paro y precariedad donde antes tenía prosperidad.

La globalización, el rápido avance de las ciencias en todos los campos, la economía digital, los efectos de la actividad humana sobre el cambio climático, etc., plantean nuevos retos que suponen cambios radicales en la educación, en la empresa, y en la mentalidad de la sociedad que seguro seremos capaces de resolver (y analizaremos en siguientes artículos), para dejar a nuestros nietos un mundo mejor.