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Como en cualquier momento del año, hay que invertir en base a las estrategias de cada uno. Y es cierto que la época puede ser una de ellas. Entre estos espacios temporales podrían destacar los ejemplos, algunos falsos, de las temidas bajadas de agosto, el dicho de “vender por San Juan, comprar por Santa Lucía”, o el “rally de fin de año”. Sin embargo, hay otras más objetivas y realistas que hay que tener en cuenta.

Además de la evolución de las empresas, de los datos macroeconómicos, de los soportes y resistencias (analizados con detalle en los últimos números), la situación política en Italia y las decisiones de los bancos centrales pueden afectar a los mercados a corto plazo. Por tanto, a un mes vista pueden ser determinantes, aunque a medio y largo deberían quedar más normalizados.

Es curioso, pero a pesar de esta incertidumbre está repuntando una ola de cierta alegría entre los inversores: se ha visto que ni el brexit ni Trump eran una catástrofe y las encuestas de sentimiento se han girado al alza desde noviembre.

Haciendo una lectura cortoplacista, esto suele ser presagio de ciertos recortes, aunque ni mucho menos se están viendo niveles de euforia que sí serían peligrosos.

La misma idea de que puede haber un “rally” puede ser la causante de esta alegría, y mirando qué ha pasado en los últimos años podemos ver que así es, a excepción del año pasado. Normalmente, la confianza del inversor minorista repunta en diciembre. La parte positiva es que a pesar de ir cayendo en enero, las bolsas se mantienen e incluso suben.

Por último, insistir en que no hay que invertir ante frases que se dan por ciertas. De hecho, los meses de diciembre no son los más fructíferos de las grandes bolsas, así por ejemplo en los últimos 10 años el mejor del EuroStoxx es julio y marzo el del S&P norteamericano, aunque es cierto que ambos tienen promedios en positivo (1,13 y 1,28% respectivamente).