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Iniciamos la era Trump con no pocas incertidumbres. Es muy probable que de entrada se lleve por delante gran parte del legado del anterior presidente, Barack Obama, cuya herencia en términos económicos es más bien positiva. Con una tasa de paro cercana al pleno empleo y un PIB en constante crecimiento desde finales de 2009, ambos indicadores certifican, como apunto, unos logros encomiables que el índice selectivo del Dow Jones ha reflejado con una subida prácticamente ininterrumpida desde marzo de 2009. También es cierto que la victoria de Trump, como afirma el periodista Mariano Guindal, ha provocado estas últimas semanas un efecto euforizante en los mercados hasta alcanzar máximos históricos. Dejando de lado esto último, la verdad es que la herencia de Obama no ha sido suficiente para que su colaboradora y candidata demócrata, Hillary Clinton, ganara las elecciones.

Donald Trump, abanderado de la antiglobalización y defensor del proteccionismo a ultranza, promete, juntamente con la bajada de impuestos, incentivar la actividad económica y el empleo sobre todo en las regiones más industrializadas donde la bonanza económica de la administración Obama no ha sido capaz de mitigar el creciente empobrecimiento que han sufrido en estas zonas las clases medias y los trabajadores. Precisamente han sido estos colectivos los que han dado la victoria contra todo pronóstico al candidato republicano.
No obstante, una política direccionada en realizar importantes inversiones públicas e infraestructuras, bajando al mismo tiempo la presión fiscal, va a suponer lógicamente más déficit y más deuda pública, que a medio y largo plazo no dejará de ser un lastre para la sostenibilidad del crecimiento económico si como parece la Reserva Federal ha puesto fin definitivamente a la política monetaria expansiva de bajos tipos de interés.

A todo esto, resulta paradójico que aprovechando el Foro Económico de Davos sea ahora precisamente el presidente de China, Xi Jimping, quien salga en defensa de la globalización en contraste con las políticas proteccionistas que pretende llevar a cabo el recién elegido presidente de EEUU. El mundo al revés. De todas formas esta defensa acérrima de la globalización, por parte del secretario general del principal partido comunista del mundo, se justifica por el hecho de que China ha sido estos años la gran beneficiaria de la globalización mediante una política de tipos de cambio muy beneficiosa para sus intereses, que le ha permitido inundar el mundo con sus productos y convertirse al tiempo en el principal adversario de la hegemonía económica americana.

De todas formas, la gran pregunta que debería hacerse la nueva administración americana es la que se formulaba hace unos días Lluís Foix en La Vanguardia al afirmar que “la cuestión está en saber si el proteccionismo, tan ajeno a la tradición liberal americana, es la solución para neutralizar los efectos de la pérdida de puestos de trabajo ocasionados por la revolución digital” y, de cosecha propia, añado, robótica.

A todo esto, en España seguiremos instalados en la senda del crecimiento gracias, en parte, a que el BCE continuará por el momento con su política ultraexpansiva de tipos de interés al 0% y compra masiva de bonos mientras, en opinión de su presidente, persista “la situación mundial incierta” que hoy nos acompaña (Administración Trump, brexit y la agenda de elecciones europeas previstas para este año).