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Después de ocho años hoy escribo mi último artículo. Desde 2015 cada dos meses he tenido la oportunidad de visibilizar desde esta columna las diferentes fórmulas de la economía social y como contribuyen a avanzar en una economía más participativa, más democrática, más comunitaria y resistente a las crisis; un modelo que nos permite sentar las bases para mejorar la vida de la ciudadanía.

Y no hay mejor momento para hacerlo que ahora. La economía social está viviendo un momento histórico en cuanto a su reconocimiento a nivel internacional. Lo señalan hechos como el Plan de acción europeo, adoptado por la Comisión Europea en diciembre de 2021, las resoluciones y recomendaciones de la OIT y OCDE, a favor del modelo; y más recientemente, la semana pasada, la resolución de la ONU para impulsar la economía social en todo el mundo.

La resolución «Promover la economía social y solidaria para el desarrollo sostenible», recoge la definición de la economía social contenida en la resolución de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de 2022, en la que se describe como un modelo alternativo con capacidad de generar empleo de calidad. Lo hace instando a los estados miembros a incorporar la economía social en sus planes nacionales y, a las organizaciones internacionales y los organismos financieros internacionales, a impulsarla y reforzarla.

El texto alienta a los estados miembros a que promuevan y apliquen estrategias, políticas y programas nacionales, locales y regionales para apoyar y potenciar la economía social y solidaria como posible modelo de desarrollo económico y social sostenible.

El papel decisivo de le economía social viene marcado además por la particularidad de que otorga a las personas el control directo en ámbitos tan relevantes como la producción agrícola, la salud, la industria, el comercio, la educación, la vivienda, la distribución energética o las finanzas. Con más de 43.000 empresas y 2.300.000 personas empleadas (el 12% del empleo), la economía social representa, a nivel estatal, el 10% del PIB.

Este modo diferente de crear un tejido productivo enlaza con los objetivos de Naciones Unidas de fomentar una economía sostenible, que pueda facilitar los ODS contemplados en la Agenda 2030 y que, además, sea inclusiva y solidaria con los vulnerables.

No hay marcha atrás en el reconocimiento a la economía social. Es nuestro hoy y nuestro mañana, pues plantea un modelo económico integrador y con objetivos sociales, basado en la solidaridad interna y con las personas en el centro. Con capacidad de innovación, cohesión y creación de empleo, que defiende la igualdad en todas sus expresiones y los valores democráticos, haciendo posible el ideal de desarrollo humano de Naciones Unidas.