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La semana pasada se presentó en público el Anuari de l’Educació de les Illes Balears 2023. En el anuario se repasan los datos estadísticos sobre la evolución del sistema educativo balear del último curso 2022-23 y al cumplirse 20 años desde su primera publicación, el anuario aprovecha para examinar la evolución del sistema educativo balear durante estas dos últimas décadas.

Un rápido repaso de los datos nos permite ver como el rápido aumento del número de alumnos de régimen general: de los 147.473 del curso 2003-04 hasta los 195.473 20 años después (un 32,5% más). Este incremento no debería extrañarnos ya que la población ha aumentado casi un 38% durante este periodo (de 883.409 habitantes en 2003 hasta 1.218.441 en 2023). Pero debe hacernos comprender que no solo las carreteras, la vivienda o el sistema de transporte público se han visto seriamente presionados en estas dos últimas décadas, sino que también lo ha sufrido el sistema educativo. No solo ha sido un crecimiento arrastrado por la demanda, sino que lo ha hecho a ritmos desiguales en un periodo donde hemos sufrido una severa crisis financiera en el 2008, de la que tardamos 9 años en recuperarnos, sino que también hemos sufrido la crisis del COVID y el conflicto de Ucrania después. Al igual que ocurre con las carreteras el sistema educativo tiene un desafío por delante hasta que alcance su nivel ideal.

Pero veamos otros datos. En esta época de 20 años la educación pública ha ido ganando peso a la privada que solo ha crecido un 22,8%. Pero dentro de la privada, curiosamente los centros no concertados han sido los que más han crecido en el panorama balear (un 131%) hasta alcanzar 15.829 plazas. Lo que nos muestra una cierta dualización en la educación que seguramente responde a necesidades familiares no atendidas por el sector público. Una de estas necesidades que ha presionado tanto a la educación pública como privada ha sido el rapidísimo aumento de la proporción de alumnado extranjero. De representar un 10,1% hace 20 años al 17,6% actual o, dicho de otra forma, de 14.867 alumnos a 34.468, es decir, más del doble en 20 años y cuya presencia en centros privados triplica en crecimiento su presencia en centros públicos.

Por último, el increíble aumento de la formación profesional. De prácticamente 7.700 alumnos a unos 20.000 en la actualidad casi un 160% más. Este último dato nos confirma que en su conjunto, el sistema educativo balear ha crecido de forma sorprendente si se compara al resto de España, lo ha hecho fundamentalmente con fondos públicos, con un alumnado cada vez más heterogéneo y en donde la formación profesional ha ido ganado peso. Pero la pregunta que deberíamos hacernos es a qué precio.

Los presupuestos del CAIB de 2023 para la Conselleria d’Educació son de 1.185,9 millones de euros. Una simple división de dicha cantidad por el número de alumnos citados nos saldría 5.831 euros por alumno y curso escolar, pero si elimináramos las 15.829 plazas privadas la cifra sería de 6.345 por alumno en la enseñanza pública y concertada. Tenemos que ser conscientes que toda la sociedad está invirtiendo en capital humano y que cuando un alumno desperdicia su tiempo en un centro de enseñanza estamos desperdiciando muchos recursos.

Por último, hablemos de la universidad. Frente a la creencia de que la universidad pública es cara hay que confrontar los siguientes datos. Según los datos del Plan Estratégico de la UIB, en el curso 2022-23 había 14.176 alumnos matriculados en estudios oficiales. El presupuesto público en universidades es de 104 millones de los cuales 10 millones son inversiones y hay otras partidas dedicadas a desplazamientos y otras acciones. Aún así haciendo una simple división tomando los 104 millones obtendríamos un resultado de 7.336 euros. Es decir, un año en primaria o secundaria prácticamente cuesta lo mismo que en una universidad. Pero no solo eso, dentro del coste de la universidad tenemos que tener en cuenta que a su personal docente se le requiere que investigue, publique y haga transferencia de sus resultados.

En conclusión, la enseñanza es clave en el desarrollo de una sociedad y para alcanzar altos niveles de bienestar. Debemos invertir en educación, pero ser conscientes que la educación como la sanidad u otros servicios públicos son caros. Hay que concienciarse que un alumno en un aula o una plaza escolar no ocupada nos cuestan mucho dinero. Los recursos son escasos y deben priorizarse de forma eficiente si queremos mejorar nuestro bienestar.