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SERGIO IMBERT - MOSCÚ El empeño del presidente Vladímir Putin de imponer su autoridad total en Rusia se ha tornado en una guerra del Kremlin «contra todos» que ayer sumó al coro de descontentos al propio ministro de Defensa, el mariscal Ígor Serguéyev. El mariscal, humillado en público por Putin hace días por los reveses militares en Chechenia, lo desafió con la amenaza de dimitir si las «simpatías políticas» del Kremlin se imponen en un campo tan importante como el destino del arsenal nuclear ruso.

El desafío de Serguéyev se debió al supuesto respaldo del Kremlin al rival del ministro, el jefe del Estado Mayor, Anatoli Kvashnín. El choque dialéctico entre ambos versó sobre el futuro de las Fuerzas Estratégicas Nucleares. Kvashnín, estrechamente vinculado a la industria de guerra y con creciente peso en el Kremlin, pretende reducir el actual rango especial de las FEN para integrarlas como una componente más en el Ejército del Aire y, así, subordinarlas a sí mismo. Serguéyev, ex jefe de las Fuerzas Estratégicas, calificó los planes del Estado Mayor de «un crimen contra Rusia y una locura», y añadió que este «ataque psicológico» contra las FEN, si tiene lugar, se llevará a cabo sin su presencia. La amenaza de dimisión de Serguéyev siguió en pocas horas a la advertencia del jefe de las Fuerzas Estratégicas, general Vladímir Yákovlev, quien dijo que la reforma podría convertir a Rusia en «potencia nuclear de segunda fila». La rebelión del mariscal engrosó las filas de una oposición cada vez más numerosa que augura la pronta creación de un amplio frente anti-Putin de diversos gobernadores, empresarios, militares y medios de comunicación unidos por el acoso del Kremlin.

El grave estado de la economía, los recelos de Occidente por Chechenia y una política exterior con signos de aislacionismo e interior en clave autoritaria entumecen además las perspectivas del ambicioso plan de Putin de «recuperar la grandeza de Rusia». El propio Kremlin admitió que en el último medio año la competitividad de la economía rusa bajó un 30 por ciento, lo que ensombrece el diálogo con la delegación del Fondo Monetario Internacional, en «misión imposible» en Moscú, según la prensa. Fuentes diplomáticas occidentales dijeron que en la cumbre del G-7 más Rusia de la próxima semana esperan que Putin «se comprometa con la democratización del país.