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EFE-WASHINGTON La admisión por parte del Servicio Postal de que no puede garantizar la seguridad de la correspondencia en EE UU supone una nueva causa de desconcierto en este país que, probablemente como ningún otro lugar del mundo, depende del correo.

«No hay garantías de que el correo sea seguro desde un punto de vista sanitario», reconoció ayer el director del Servicio Postal, John Potter, en un mensaje que no ayuda a la tranquilidad de una nación ya bastante preocupada por el terrorismo bacteriológico y donde todo, desde las tarjetas de crédito a la luz o la hipoteca, se paga generalmente por carta.

Pero el envío de cartas con la bacteria letal ántrax, procesadas en oficinas de correos en Nueva Jersey y Washington, ha cambiado el panorama de un servicio que en su lema se jacta de no parar «ni por la lluvia ni por el viento». A causa del ántrax tres personas han muerto en Estados Unidos, entre ellos dos carteros, y hay al menos otros nueve casos, la mayoría empleados de correos.

El Servicio Postal de Estados Unidos ha colocado sus banderas a media asta, pero señala que no interrumpirá por completo la distribución de la correspondencia, algo que nunca ha ocurrido en sus más de 200 años de historia. El servicio de Correos ha comenzado a descontaminar las máquinas clasificadoras de correspondencia, a través de las que se sospecha que han podido transmitirse las esporas con ántrax, y ha ofrecido una recompensa de un millón de dólares a quien dé información que lleve a la captura de los responsables de este acto de terrorismo.

Las autoridades estadounidenses están siendo criticadas por haber centrado las investigaciones y las medidas de prevención en los destinatarios de la correspondencia contaminada, como los miembros del Capitolio o conocidos locutores de televisión, pero no en quienes manejan la correspondencia.