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Estados Unidos y «naciones aliadas» iniciaron este lunes la ofensiva de ataques aéreos contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI) en Siria anunciada hace trece días por el presidente estadounidense, Barack Obama.

«Fuerzas de EEUU y de naciones aliadas han comenzado los ataques contra el EI en Siria usando una combinación de cazas, bombarderos y misiles Tomahawk», anunció portavoz del Departamento de Defensa, el contralmirante John Kirby, en un comunicado.

El Mando Central de Estados Unidos tomó la decisión de iniciar los bombardeos sobre el EI en Siria tras recibir la autorización de Obama, explicó Kirby en una breve nota en la que no detalló más información «dado que la operación está en marcha».

Fuentes oficiales citadas por The Washington Post y The New York Times precisaron que en la operación están involucrados cinco países árabes: Baréin, Jordania, Qatar, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.

Los bombardeos tienen lugar en la capital de facto del EI en Siria, Raqqa, y su objetivo son una veintena de puntos estratégicos de los yihadistas, entre ellos campos de entrenamiento, arsenales y puestos de control.

Con el inicio de los ataques en Siria ya están en marcha todas las operaciones de la ofensiva contra el EI anunciadas por Obama en un solemne discurso a la nación el pasado 10 de septiembre.

El presidente estadounidense se había resistido hasta este mes a atacar en Siria, donde hace un año se negó a intervenir contra el régimen de Bachar al Asad por el uso de armas químicas.

El avance en los últimos meses del EI, grupo fortalecido en la guerra civil siria, y la brutalidad de sus acciones, como las decapitaciones de occidentales televisadas, han obligado a Obama a lanzar una nueva operación militar en Oriente Medio tras una década de guerras en Irak y Afganistán, heredadas de George W. Bush.

Obama insiste en que esta operación será diferente de esas contiendas porque en ningún caso implicará el despliegue de tropas de EEUU sobre el terreno, pero se enfrenta al escepticismo de quienes creen, incluso dentro del Pentágono, que es imposible vencer al EI sin combates en tierra.

Desde el anuncio de la ofensiva el 10 de septiembre, el Gobierno y el Congreso de Estados Unidos han ido dando pasos para materializar la estrategia dibujada por el presidente Obama.

El día 15, Estados Unidos lanzó el primer ataque contra el EI cerca de Bagdad en el marco de la ampliación de su ofensiva en Irak con el envío de 475 militares más, una cifra que completa un total de más de 1.600 desde el inicio de los ataques aéreos en ese país el pasado 8 de agosto.

Hasta entonces, la ofensiva estadounidense contra el EI en Irak se había limitado a posiciones de los yihadistas en el norte del país para proteger a su personal o por razones humanitarias.

Tres días después, el Congreso estadounidense autorizó el armamento de los rebeldes sirios que luchan contra el Estado Islámico, un «elemento clave» para Obama en su estrategia para frenar al grupo yihadista.

El Estado Islámico no solo ha ganado poder y terreno en los últimos meses, sino también visibilidad. Sus avances en Irak y las brutales decapitaciones televisadas de occidentales han conmocionado al mundo y presentado a este grupo como una amenaza más temible aún que Al Qaeda.

Estados Unidos continúa construyendo una coalición lo más amplia posible de países para vencer a los yihadistas porque una de las líneas rojas de Obama es que EEUU, a diferencia de lo ocurrido en los años de Bush, no actúe en solitario.

La otra línea roja es que no haya tropas de combate terrestres ni en Irak ni en Siria, por lo que el mandatario estadounidense insiste en que esta operación no será un nuevo Irak ni un nuevo Afganistán, guerras a las que prometió poner fin cuando asumió la Presidencia.