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Era 1983, Joan Miró cumplía 90 años y un grupo de pintores quiso homenajear al artista universal, lejos de todo formalismo oficial, convirtiendo la pétrea calzada de sa Costa de sa Pols de Palma en una inmensa obra de arte.

Horacio Sapere, Lluís Fuster, Maria Bravo, Jaume Piña y Vicenç Torres eligieron esta céntrica y empinada calle porque el soporte para sus pinturas, la piedra que formaba la calzada, era la base idónea para poder soportarla durante mucho tiempo. La nula incidencia del tránsito permitiría conservar aún más la obra que todos sabían efímera.

Desde aquella insólita acción, han pasado 16 años, y hasta que llegaron las obras del Pla Mirall, todavía podían observarse restos de pintura en homenaje a Miró sobre los adoquines de piedra, que los responsables del reformador y depredador proyecto decidieron destruir para siempre.

Arrecian las protestas de los vecinos de varias zonas de Palma en donde se está perpetrando el Pla Mirall, por el que se están sustituyendo los bordillos de piedra tallada por otros de cemento fabricados en molde. Lo certifican las múltiples cartas dirigidas al director que se publican, además de las llamadas telefónicas que se realizan para protestar por lo que están haciendo y cómo.

De la febril acción depredadora contra la piedra, tampoco se ha librado la escalinata que comunica sa Costa de sa Pols con la calle Sant Miquel. En lugar de desmontarlas, las piezas de piedra de los escalones centrales han sido masacradas para practicar una zanja e instalar una tubería.