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El Govern balear, a través de la Conselleria d'Agricultura, ha aprobado la renovación del plan de ayudas para mejorar las técnicas de cultivo del olivar en la zona de montaña, también llamado de «bajo rendimiento», para evitar su desaparición, según confirmaron fuentes de la propia conselleria.

Así, según se contempla en el decreto aprobado durante el mes de noviembre de 1998, el Govern destinará algo más de 656 millones de pesetas en el periodo que va desde el año 1999 hasta el 2003 a razón, según estimaciones de la conselleria, de 30.000 pesetas de media por hectárea cultivada de olivar, con un tope máximo de 3 millones de pesetas por explotación y año. Los objetivos finales de esta ayuda específica, que está cofinanciada por la Unión Europea, son contribuir al mantenimiento del cultivo del olivo y frenar, de esa forma, el proceso de abandono; propiciar la sustitución de prácticas de cultivo agresivas por otras, «alternativas respetuosas con el medio ambiente; fomentar las acciones dirigidas a contener la erosión a través de la práctica de siembra específica y, finalmente, «preservar el entorno que envuelve el cultivo de olivos en la Comunitat».

La repercusión de esta línea de ayudas en las distintas fincas depende de una serie de baremos ya que el decreto prevé ayudas, hasta un máximo de 56.000 pesetas por hectáreas, a aquel que implante métodos de cultivo respetuosos con el medio ambiente como es la sustitución de la fertilización mineral por abono orgánico.

Así las cosas, las ayudas, al estar destinadas a las plantaciones de montaña, están limitadas a aquellas zonas que tengan un desnivel superior al 10 por ciento de pendiente aunque, por otra parte, las labores de siembra se producirán tan sólo en primavera y en las parcelas situadas en zonas con pendiente inferior al 15 por ciento y sin remover excesivamente la tierra para facilitar la contención de la citada erosión. Otras medidas de obligado cumplimiento para recibir las ayudas son que los pageses quiten el forraje de forma manual, sin utilizar maquinarias que puedan dañar el entorno; la sustitución de herbicidas de alto valor residual por otros de baja persistencia y que se fomente el «pastoraje» rotacional y extensivo con el objeto de aportar de manera natural los abonos orgánicos necesarios para mantener la fertilidad del suelo de montaña.