Guillem Méndez, el padre, es cocinero del restaurante del hotel La Residencia de Deià. Foto: M.V.

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El pasado día 10 de mayo nacía el primer niño del colectivo de refugiados de Bosnia, que desde el mes de diciembre de 1992 se encuentran en el municipio de Sóller. El pequeño, que pesó al nacer 4 kilos y medía 52 centímetros, es fruto de la unión entre el solleric Guillem Méndez, un renombrado concinero del restaurante El Olivo del hotel Residencia de Deià, y la enfermera Nina Kulenovic, una joven de Sarajevo, que llegó a Sóller en el primer contingente de refugiados a través de la embajada de los niños. Su llegada fue el 2 de diciembre de 1992, cerca de las Navidades.

Era un grupo de 34 personas entre niños y mujeres, que habían sido invitados por un grupo de Sóller, a convivir con ellos hasta que la guerra amainase, pero esto no fue así: durante más de cuatro años la guerra asoló el país, y el colectivo fue creciendo, a través de las unificaciones familiares, que mediante un programa realizaba la Cruz Roja Española en Sóller, llegando a tener un grupo de 56 refugiados, de diferentes etnias. Nina era en aquellos momentos una niña, casi una adolescente llena de entereza, pero con una mirada triste y reservada, de aquellos niños que han comenzado a vivir los horrores de una guerra.

Tuvo que luchar y luchar con fuerza pera llegar a encontrar la estabilidad perdida por el abandono de su país y sus estudios. Tuvo que aprender dos idiomas, cosa que para ella, como para cualquier otro niño, era difícil, pero no por ello se amilanó y con gran entereza se puso a estudiar y a trabajar, y a los pocos años ya era como una sollerica más, una chica joven y luchadora, que no ha podido olvidar todavía sus recuerdos de niña, de su país, con todavía graves secuelas de un desastre provocado.

Nina es hoy una mujer feliz, junto a su pareja y su hijo Didac, un niño precioso que es el primero que nace de este colectivo de refugiados, y de una unión entre una bosnia y un solleric, Guillem, quien dice que Nina «es una mujer cariñosa y fuerte a la vez que, una mujer luchadora, y es admirable cómo se ha adaptado a nosotros como si fuera una auténtica mallorquina». Es una mujer con un fuerte carácter, quizás por el sufrimiento, y por ello hoy, que es madre por primera vez, sus ojos brillan de emoción y amor hacia su hijo, al que espera que la vida no le depare una triste sorpresa como la que a ella y a sus seres queridos les tocó vivir, y que el nacimiento de este hijo -dice Nina- «sea como un agradecimiento hacia todas esas personas de Sóller, que un día nos abrieron los brazos sin saber quiénes éramos ni de dónde veníamos. Fueron días tristes para nosotros, pero alegres a la vez, al comprobar que aquí no estábamos solos ni sentíamos el sonido de las bombas. Hoy soy muy feliz y quiero que todos disfruten de nuestra felicidad».