TW
0

Pasada la medianoche del miércoles, Joaquín J. Martínez, Joe, como le llaman sus padres, no sabía aún cuándo iba a venir a Mallorca. Se le veía confuso, cansado y asombrado. Normal. De pasar de la más absoluta rutina diaria durante cinco años de su vida, de ver siempre a la misma gente en ese tiempo, a poder hacer lo que le viene en gana, hablar con quien le apetece, hablar de lo que le apetece, ver tanta gente a su alredeor que le pregunta, le aclama, le atosiga, le zarandea, ver, en una palabra, que lo que hace, o puede hacer ahora en nada se asemeja a lo que ha venido haciendo hasta el jueves de la pasada semana, le tiene desconcertado.

Sonríe a destiempo, contesta con monosílabos, procura quedar bien con todo el mundo, que a veces le sigue hasta el cuarto de baño. Es normal su comportamiento. Por eso, «no sé todavía cuándo iré a Mallorca, probablemente antes de final de mes», nos dice cuando le entregamos una ensaimada "¿Qué mejor símbolo de la Isla que una ensaimada?", los diarios Ultima Hora y Diari de Balears "«para que veas cómo contamos tu salida de Orient Road y tu primer día de libertad", y la Guía de Mallorca que edita Pri&Ve, «para que te vayas haciendo a la idea de cómo es la Isla en cuanto a diversión y ocio». En un momento determinado le paso el móvil con Manuel Jaén en el otro extremo. Es la primera vez que hablan desde que está en libertad. Joaquín está emocionado. «Espero abrazarte en Palma».

Los que han organizado el acto en Sant Feliu de Codines se lo llevan a cenar. A su lado se sienta nuestro paisano Miquel Àngel Femenias, fundador del Moviment pro Joaquín Martínez, posiblemente la persona que más ha luchado en Catalunya por su libertad. Y no muy lejos de allí quedan August Molons e Ignasi Carreras, miembros del grupo ajedrecístico Froilán de todos los Santos, con quienes tiene pendientes acabar la partida de ajedrez que su traslado a Orient Road impidió concluir, una partida que jugaron vía fax: los catalanes enviaban por este medio la jugada a la madre, a Miami, ésta, cuando le visitaba se la pasaba, Joaquín resolvía y entregaba a su madre la réplica, la cual, por fax, enviaba a Sant Feliu de Codines. Pero eso será para cuando regrese de su visita a Mallorca, de cuyos pormenores se está ocupando ya Manuel Jaén, «mi amigo del alma, una de las personas a las que más quiero».