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Al Gobierno de José María Aznar la catástrofe ecológica del «Prestige» se le está convirtiendo en un grano que empieza a escocer mucho. Aznar considera «injusto» que se responsabilice al Ejecutivo del hundimiento del barco. Por supuesto, lo sería. Pero no tanto responsabilizarle de la actuación llevada a cabo desde las primeras horas del suceso. O sea, la pasividad, la negligencia y el quitar hierro a un asunto que a la larga se ha convertido en una tragedia para el medio ambiente, para la economía y para el paisaje gallego. Y lo mismo puede decirse del Gobierno autonómico que preside Manuel Fraga, quien prefirió marcharse de cacería en aquellos momentos críticos nada menos que acompañado por su consejero de Medio Ambiente.

Ahora que la oposición y una buena parte de la opinión pública han exigido a ambas administraciones un poco de decisión política, se añade otro elemento: al parecer a los periodistas gallegos de Televisión Española se les ha prohibido mencionar la palabra «marea negra» en sus informaciones sobre el «Prestige», de forma que desde las más altas esferas se estaría manipulando la información, para que parezca menos grave de lo que es.

A todo esto, mientras el presidente Aznar sigue creyendo que es innecesario acudir al lugar de los hechos, siquiera para mostrar su apoyo moral a los ciudadanos más directamente afectados, se anuncia una visita real extraordinaria a la zona. Lo que significa que para la Casa Real el suceso sí tiene importancia.

Mejor harían desde la Moncloa y desde el gabinete de Fraga en reconocer que han actuado con lentitud, con falta de previsión y con dejadez y poniéndose ahora sí manos a la obra para salvar lo que se pueda.