Los niños aprovechan hasta el último segundo la clase. Foto: SERGE CASES

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La música es un arte, pero también una pasión, que requiere, en muchas ocasiones, de grandes sacrificios. Esto lo saben muy bien los componentes más jóvenes de la orquesta de cuerda del Conservatori, que desde los ocho años acuden a clases y a ensayos con el fin de mejorar su técnica y poder dedicarse a ello de forma profesional en un futuro. Javier Torres tiene 11 años, toca el contrabajo y asegura que a él la música no le gustaba, hasta que un día vio a su padre tocar el tan voluminoso instrumento en un concierto, cosa que le cautivó. Desde entonces acude al conservatorio entre tres y cuatro veces por semana a aprender a hacer arte con la cuerda y el arco; que han cambiado su vida.

Prefiere acudir a clases de música que quedar con los compañeros del colegio para jugar a fútbol. No siente nervios cuando sube al escenario en los conciertos; lo único que siente es no poder traer su propio contrabajo a clase, debido al gran volumen del mismo, ya que en el aula tan solo cuentan con dos de esos instrumentos, lo que significa que se tienen que turnar. Los profesores de violín y violoncello, Ricardo Duato y Josep Romero, respectivamente, afirman que sus alumnos son personas dedicadas a la música, que tienen un gran interés por hacer progresos, a los que les entusisma hacer conciertos; el último hace unas semanas en Xátiva; en el que interpretaron una mezcla de obras clásicas, barrocas y melodías americanas.

Pretenden hacer vivir a los jóvenes de una manera más intensa su pasión por la música; pero sienten no contar con subvenciones para poder estimularlos «los viajes los tienen que pagar los padres, además de los instrumentos, lo que supone un gran sacrificio para ellos; muchos tienen que pedir préstamos para proporcionarles a sus hijos un instrumento de calidad; y no hablemos de aquellos que tienen a dos o tres hijos en el centro». En cuanto a los padres, se sienten profundamente orgullosos de la elección de sus hijos pero, al igual que los profesores, sienten no poder concederles todo lo que necesitan a sus hijos debido a los elevados precios y a la escasez de ayudas en pro del fomento de la cultura musical.

Irene M. Pery