Manuela Cañadas, viuda del piloto mallorquín asesinado en Kabul. | Pedro Prieto

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Llevaban 19 años juntos y tenían una hija preciosa: Aina, de ocho años. Manuela Cañadas sabe más que nadie lo que le costó a su marido, el mallorquín Antonio Planas, convertirse en piloto. Era su sueño, pero empezó la carrera tarde, con 38 años. Y con una hipoteca para poder financiarse los estudios. En la mañana del pasado 29 de junio una llamada despertó a Manuela en su casa de Palma: «Cuando me dijo que era el embajador de España en Kabul supe que habían matado a Toni». Ayer, la viuda habló en exclusiva para Ultima Hora.

-Era el último vuelo de Toni.
-Sí. Le esperábamos en Palma con una fiesta. Había estado volando para Saga Airlines, pero ya tenía firmado un contrato con la compañía Maximus en Dubai.

-¿Qué pasó en su hotel de Kabul?
-Estaba alojado en el Intercontinental. Allí los apagones son continuos y se quedó sin luz. Bajó a recepción, porque esperaba para hablar con mi hija. Allí le pilló el ataque terrorista de los talibanes.

-¿Había hablado recientemente con él?
-Toni nos llamaba continuamente, a través de Skype. Cada mañana se las ingeniaba, estuviera en la franja horaria que estuviera, para hablar por la webcam con Aina. Ella se despertaba y lo venía en el ordenador. Era su princesa, su razón de vivir.

-¿Cómo se enteró del ataque terrorista?
-A las nueve menos cuarto me llaman a casa. Era el embajador de España en Afganistán, Juan José Rubio de Urquía. Le contesté: «No puede ser». Me dijo: «Lo siento señora». «Tengo una hija de 8 años que adora a su padre, no puede ser», le volví a decir.

-¿La niña estaba presente?
-Aún dormía. Yo colgué y me quedé pensando: ¿Cómo le puedo decir a mi niña que han matado a su padre? Él lo es todo para ella.

-¿Le explicaron los detalles del ataque?
-Mi gran dolor era pensar que mi marido se había desangrado durante cinco horas pensando en su niña. Luego me dijeron que no fue así. Y fue un alivio relativo.
-¿Por qué tardaron nueve días en repatriar el cuerpo?
-Eso nos preguntamos la familia. No se explica.

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-¿Le enviaron ayuda desde el Gobierno central?
-Sí, vino a Palma una asistente social que nos habló de los derechos que tenía ahora Aina. Al morir un español en acto terrorista fuera del territorio nacional no tienes derecho a pensión o indemnización.

-¿Recibió apoyo del Govern?
-Mi primera indignación fue pensar que mi hija no era considerada víctima del terrorismo. Y la segunda que nadie del Govern balear vino a vernos. Ni Bauzá ni su séquito. Estaba alucinada y llamé llorando a Aina Calvo para decírselo.
-Pero al funeral fueron políticos, ¿no?
-Para hacerse la foto, pero a mí no me interesaba. Calvo habló con Ramón Socías y el delegado del Gobierno me llamó. Me dijo que lo sentía mucho y le dije: «¿Desde cuándo? Porque hace cuatro días que mataron a mi marido». Me pidió mil disculpas y la verdad es que después se ha portado bien. Ha dado la cara. Como Santiago Cabanas, el director general de Asuntos Consulares y Migratorios.

-Tras llegar el cuerpo la familia pidió una segunda autopsia.
-Habían reconocido el cuerpo con una huella dactilar. Yo, cuando vi a Toni en el ataúd, no lo reconocí. Me parecía cruel que lo maquillaran. Pedimos una autorización al juzgado y curiosamente mi conversación con el juez apareció en la prensa punto por punto. En el tema de la autopsia se portó muy bien el forense Javier Alarcón.

-En el hotel de Kabul desaparecieron las pertenencias de Toni.
-Tras el ataque terrorista, le robaron 4.000 dólares de la habitación, un reloj Rolex y un ordenador potente. Ni las gafas de leer aparecieron. El canciller Gabriel Gijón traerá en agosto lo que han podido recuperar.

-¿Ha recibido ayudas su hija?
-El conseller de Educación me llamó y me dijo que tendría una beca para siempre, que no me preocupara. También el colegio Madre Alberta se ha portado muy bien, porque nosotros ya lo teníamos todo listo para ir a Dubai, con el nuevo trabajo de Toni, y dimos a la niña de baja. Ahora le mantienen la plaza.

-¿Ha asimilado ya lo ocurrido?
-Todavía no. De hecho, aún pienso que abrirán la puerta y será Toni. No he podido ni llorar tranquila. Y eso que los amigos se han portado fenomenal. La familia Planas Palou y la familia Robledo hacen lo posible para que Aina y yo estemos bien.

-¿El Ministerio del Interior le facilitó tratamiento psicológico?
-Desde Interior se han portado muy bien. Viene una psicóloga a casa, a vernos, y nos ayuda en lo que puede. Dicen que hasta los dos meses no se asimila una muerte tan traumática como la de mi marido, así que todavía me falta un poco.

-¿Cómo se encuentra Aina?
-Hace las preguntas de una niña de ocho años. Normal. Adoraba a su padre, lo era todo para ella. Me dice: «¿Qué es terrorismo?», «¿Por qué papá, que es el mejor del mundo?», «¿Por qué no se despidió de mí?». Las cenizas de Toni quiero que Aina las arroje a la Serra de Tramuntana, desde un avioneta. Pero cuando ella quiera. No te imaginas lo que añora a su padre. Y yo a mi marido.