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En su ordenación como diáconos, el mayo pasado, la Catedral de Mallorca registró un lleno como sólo se conocía en las principales fiestas religiosas. Mañana sábado, los cinco seminaristas que se prepararon durante los seis últimos años pasarán a ser sacerdotes y apuntan un sentimiento común: la alegría para su servicio a la Iglesia.

Para Joan Isern, los días previos a la ordenación «son una mezcla de respeto por algo tan grande que va a pasar en mi vida y que me reclama una respuesta firme y valiente, y la alegría y la ilusión que comparto con tantas personas que me acompañan».

Francesc Xavier Riutort se siente identificado con una labor como la de capellán «para comunicar a los demás con mucha alegría que Dios los ama y que hay una gran esperanza esperanza en que el mundo puede ser mejor que como ahora lo conocemos».

Vocaciones

Carles Seguí se entrega al servicio de la doctrina de la Iglesia «como respuesta a mi vocación de ser feliz y hacer que lo sean los demás para que al espíritu no le falte carne para seguir anunciando que Cristo es el sentido y el destino de la vida».

Jaume Ripoll, el único que no ha cursado como diocesano sino a través del Oratori de Sant Felipe Neri, vive «entre la emoción y los nervios del día en que el Señor me confiará la responsabilidad de representarlo, que será para toda la vida y eso me hace feliz».

Julio Barcudí aborda su vigilia para la ordenación «dando gracias a Dios por tan inmerecido regalo, y siempre pidiendo a cuantos me rodean que me ayuden a dar sentido a este ministerio para vivirlo con alegría y total entrega».

Como ya ocurriera al ser ordenados diáconos el 1 de mayo pasado, la ceremonia de su ingreso sacerdotal será presidida por el obispo Jesús Murgui, que lo fuera de la Diócesis de Mallorca durante los años de su formación.

Además, la normativa esclesiástica sólo señala que será un obispo quien presida el acto, y la diócesis de Mallorca tiene vacante ahora la plaza de su gobernador.