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Los católicos de la Isla celebran hoy la jornada anual de ‘Mallorca Missionera’ en un momento en que la misión evangelizadora mallorquina pasa por su horas más bajas.

Lejos quedan aquellos años 60 cuando, tras las experiencias de Jaume Moragues y Miquel Parets, la vocación misionera de los religiosos de Mallorca conoció sus días de mayor esplendor. No en vano, en los últimos 50 años, 49 mallorquines, entre monjas y capellanes, han compartido el Evangelio en Burundi y 267 en Perú.

Actualmente, solo queda un capellán en Rabiro (Burundi) y tres en Pachacámac (Perú). Estos últimos, asistidos por cuatro seglares, dos de los cuales, Julia Pozuelo y Juan Ramón Pose partirán en los próximos días hacia tierras americanas.
Todos ellos continúan con una tradición misionera que se remonta a Fray Juníper Serra y que ha tenido en África y Latinoamérica sus destinos esenciales.

Como distinta es la labor misionera de entonces a la de ahora, muy diferente es el escenario que se encontraron quienes aterrizaban en Burundi o quienes lo hicieron en Perú. Mientras que este último país contaba un poso de civilización occidental, una lengua común y el mensaje de Jesucristo no era en absoluto ajeno, en el caso de Burundi, la situación era mucho más difícil. «África es muy dura: la nada absoluta», apuntan desde el Delegació Diocesana de Missions. De esta manera, el papel que, en sus inicios, jugaron los misioneros mallorquines en Burundi iba mucho más allá del aspecto puramente religioso y se adentraba ya en un estadio de ayuda social. No solo de pan vive el hombre, pero también de pan. Así como de salud, formación y seguridad. Es por ello que, en el país africano, desde el principio, la acción misionera fue doble: la prédica de la buena nueva y la dotación de unos mínimos de bienestar para los habitantes de Rabiro.

Una vertiente, la social, que también se ha acentuado en los últimos años en Perú, donde la evangelización es una tarea ya superada (latinoamérica es la mayor potencia católica mundial) y, en estos tiempos de crisis y desigualdades, la labor de los misioneros mallorquines en Pachacámac cuenta abunda en la acción social.

Seglares

Otro factor que, sin duda, ha contribuido al descenso de la presencia misionera mallorquina en el exterior es la paulatina ‘descristianización’ de la actual sociedad insular. Un hecho que lleva implícita la falta de vocaciones religiosas y las pocas que surgen no dan a basto con ‘reevangelizar’ Mallorca. El voluntariado seglar tendrá mucho que decir en el futuro de una ‘Mallorca Missionera’ que hoy celebra su día y que no piensa tirar la toalla.