Momento de la investidura de Francina Armengol. | Joan Torres

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Ser la primera mujer que llega a la presidencia de Balears le ha dado alas a Francina Armengol. Ante cerca de un millar de asistentes progresistas de todos los tonos ideológicos, que derramaron en una tarde más sudor que en los cuatro años de pelea para forzar el cambio político; ante un gallardo y altivo José Ramón Bauzá que quiso estar presente en el acto junto al ministro Catalá; ante todos los expresidentes balears menos el segoviano Jaume Matas; ante Pedro Sánchez, Ximo Puig, Miquel Iceta y Pere Navarro, y ante numerosos representantes de la sociedad civil, Armengol levantó la columna de la Historia (auténtica bandera de los pueblos libres) para intentar conducir al Archipiélago hacia el futuro.

Evocó a las mujeres republicanas represalidas, nombró a socialistas y a comunista indistintamente, recordó la prisión de Can Sales, donde se las forzaba a convertirse al catolicismo y subrayó a Matilde Landa, que prefirió el suicidio antes que renegar de sus ideas. Cada vez que Francina apelaba a aquesta terra dibujando un esfuerzo de generaciones convertido en resorte del empuje actual. Se mostró agradecida al coraje de tantos profesores y maestros, que con su esfuerzo han contribuido de manera decisiva al cambio político. Y predicó «un nuevo tiempo» definido por «la búsqueda de la justicia, la igualdad y la equidad».

Orgullosa de ser hija de «poblera e inquero» no hizo un discurso a medida de los parámetros del PSOE. Consciente de que es eje de un difícil equilibrio de tres formaciones, buscó el espíritu común y compartido, consciente de que también el pueblo balear en su conjunto lleva mucho tiempo buscándolo para convertirlo en arma de avance y crecimiento existencial.

Fue mujer hasta afirmar que «hemos de coser todos juntos porque lo que más necesitamos es unidad, acuerdos, pactos y diálogo». Los hombres jamás emplean la palabra coser en sus discursos. Las primeras banderas constitucionales fueron cosidas por mujeres, igual que ellas cosieron las heridas en combate de los primeros hombres demócratas.

La presidenta utilizó poco el castellano en su discurso. Únicamente para reclamarle a un impávido ministro Catalá que «paralice la modificación del Régimen Especial», anunciándole que «no vamos a renunciar a las inversiones estatutarias que hemos dejado de recibir durante cuatro años».

Antes sus padres, ante un Jaume Armengol al que literalmente se le caía la baba, ante sus ahijados saharauis, Francina proclamó que «el paro es un castigo moral inmerecido al que hemos de combatir de todas las maneras posibles».

Dio las gracias a los que han salido «de verde» a la calle, igual que a los que han hecho lo propio para defender la sanidad pública y universal. También dio las gracias a los que han defendido la lengua catalana, los derechos de los trabajadores y lo servicios públicos. Tuvo palabras de solidaridad hacia el presidente valenciano Ximo Puig y le pidió «trabajar juntos». Nunca ambas comunidades habían compartido tantos objetivos políticos comunes y una correlación de fuerzas progresistas tan semejante.

Francina cerró su discurso con un fragmento del poema «A Mallorca, durant la guerra civil» de Bartomeu Rosselló-Porcel: «La meva vida es lliga a tu, com a la nit les flames a la fosca». Rosselló, miembro del PSUC, murió de tuberculosis en Catalunya durante el conflicto. Su huella se mantiene imperecedera en el espíritu colectivo de los progresistas isleños, engrandecido ayer por encima de partidismos.

Faltó La Balanguera

Balears tiene un problema: carece de himno. Mallorca cuenta con uno inigualable: La Balanguera, que no tiene tradición en el resto de las Islas. En consecuencia era ininterpretable ayer en la Sa Llotja de Sagrera. Una tarea hábil y sólida de Armengol podría ser conseguir que el himno de Alcover y Vives fuese aceptado, popularizado y compartido en las Pitiüsas y en Menorca. Sería un paso firme y seguro hacia la cohesión del Archipiélago y hacia la articulación de una voluntad común de seguir avanzando juntos y a toda costa.

El acto del Consolat concluyó con la nueva presidenta repartiendo besos y abrazos a cientos de personas por los jardines del Consolat. Había alegría, lágrimas y mucho sudor. Era el sudor de la victoria, hecho de la misma materia que las lágrimas de la Historia transformadas en en esperanza de futuro.

Se veía a un Pedro Sánchez sonriente y dispuesto, si llega a Moncloa, a mejorar la financiación balear y a potenciar el Régimen Especial. Francina comenzó con buen pie. La prueba era que se veía satisfechas a las gentes de Més y de Podem. Armengol puede conseguir lo que busca: ser la presidenta de todos sin asfixiar a nadie.